Opinión

El árbol y las nueces .cat

Cambiar el lenguaje, el significado de las cosas, es el inexorable primer paso que hay que dar para cambiar la historia. Me repugna leer o escuchar según qué cosas. De vergüenza ajena resulta el esfuerzo que están haciendo muchos medios de izquierda dividiendo al secesionismo «entre esa inmensa mayoría pacífica y una minoría muy minoritaria violenta». Se deben pensar que somos imbéciles, que nos vamos a tragar esta burda operación de blanqueo de un movimiento fascista de cabo a rabo. Hay quien ha llegado a calificar, literalmente, no bromeo, de «marcha pacifista» la que se celebró el viernes pasado en Barcelona contra la sentencia del 1-O. Cierto es que no hubo casi altercados como que el motivo de la manifestación es algo tan intrínsecamente violento como la defensa de un golpe de Estado y el incumplimiento de una sentencia firme. La violencia no tiene por qué ser física. Es más, muchas veces es más dañina, más lesiva y más destructiva la psicológica que la material. Que se lo digan, si no, a los ciudadanos que viven en una dictadura y no pueden expresar sus opiniones ni tampoco levantarse en armas porque saben que serán encarcelados de por vida o ejecutados al amanecer. Detrás de las manifestaciones del viernes están sujetos como Torra, que es el jefe de los terroristas callejeros CDR y el amiguete de los que preparaban bombas para cometer atentados. La división de papeles funciona de la misma manera que operó durante los años de plomo etarra. Es la tan celebérrima como sádica frase de Arzalluz: «Unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces para repartirlas». Los CDR son a ETA lo que Torra a Arzalluz. Todos las mafias operan así: los capos están en las grandes reuniones empresariales, con sus trajes cruzados de rayas, sus puros y su exquisita educación. Por debajo hay un ejército de matones que se encarga de sembrar el pánico para que las exigencias de los de arriba las cumplan sin rechistar políticos y rivales empresariales. El doble juego de toda la vida. El mismo que acontece estos días en Cataluña. Torra podrá ser un racista, un xenófobo y un fascista, que lo es y mucho, pero no miente a nadie. Su «¡apreteu, apreteu!» a los CDR de hace un año y su felicitación a los que tomaron El Prat el lunes lo dicen todo. No caigamos en la trampa ni seamos más imbéciles de la cuenta.