Opinión
¿A qué se debe la ola de violencia en Chile?
¿Qué ocurre en Chile? ¿A qué se debe la oleada de protestas violentas que sacuden desde hace días los cimientos de este país latinoamericano? La razón obvia del vandalismo radica en la subida decretada por el Gobierno del precio del billete del metro de Santiago de Chile. El metropolitano capitalino es propiedad del Estado y el presidente chileno, Sebastián Piñera, decidió aumentar el coste para sufragar otros gastos. El
problema es que el transporte colectivo ya es allí extremadamente caro, sobre todo si se tiene en cuenta el bajo nivel de ingresos de las clases media y baja. Los estudiantes decidieron colarse
de forma masiva en el suburbano. Pronto empezaron a destruir los torniquetes de acceso y otras instalaciones. Los destrozos alcanzaron a los autobuses urbanos y se extendieron por la ciudad.
El verdadero motivo no es una simple reivindicación estudiantil sino el fracaso de un modelo socioeconómico implantado hace más de 30 años por la dictadura del general Augusto Pinochet.
La subida del precio del metro colmó la paciencia de los santiaguinos y por extensión de los chilenos. Gran parte de la población de este Estado de 18 millones de habitantes considera que
el sistema sólo prima a una minoría, que sí recibe los frutos dulces de un desarrollo económico sostenido, envidiado en Latinoamérica. El 70% de la población no gana más de 600 euros
mensuales y con ese salario es muy complicado llegar a final de mes, dado el elevado coste de la vida.
El vandalismo en el metro fue la punta de un enorme iceberg que esconde bajo sus aguas no solo salarios miserables y pensiones indignas, sino también una educación de mala calidad, una salud precaria, bajas médicas por depresión y los escándalos de corrupción, el Milicogate y el Pacogate, que salpicaron a miembros del Ejército y de los Carabineros, los agentes de policía conocidos popularmente como los “pacos”.
La decisión presidencial enervó a mucha gente pacífica que salió a protestar a la calle armando ruido con cacerolas. Aunque Piñera reculó y rectificó, retirando la subida del billete, eso no atemperó unos ánimos demasiado caldeados. Finalmente, el jefe del Estado se vio obligado a imponer durante 15 días el estado de emergencia, una medida extraordinaria que no se aplicaba desde la dictadura militar y que limita el derecho de reunión. Piñera entregó el mando del operativo al general de división Javier Iturriaga, quien, en calidad de jefe de la Defensa Nacional,
decretó el toque de queda en Santiago y otras ciudades de la nación para devolver el orden público. El despliegue de soldados y tanquetas delante del emblemático Palacio de la Moneda
de Santiago ha recordado a muchos chilenos los años de represión de Pinochet. Los saqueos de comercios y otros actos irresponsables provocaron al menos 11 muertos y 1.400 detenidos.
El país está padeciendo las dramáticas consecuencias de un fallo sistémico que afecta no sólo al bajo nivel de los salarios sino también al de las pensiones. Durante la época de la Junta Militar,
más concretamente en 1980, se crearon las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), privadas y obligatorias, que prometían a los trabajadores más humildes jubilaciones millonarias a cambio de entregar parte de sus ahorros. El pueblo se creyó el mensaje de estas instituciones financieras pero en realidad fue engañada, porque con sueldos bajos era imposible tener pensiones altas. Ahora, el sector de la población más vulnerable, los jubilados, sufre las terribles consecuencias de una medida muy controvertida. Algunos sectores critican este sistema de previsión social, tachándolo de “la mayor estafa legal de la historia”. El 50% de las pensiones no llega a los 175.000 pesos mensuales (215 euros), lo que viene a ser la mitad del salario mínimo. Muchos de los jubilados tienen que pagar por servicios médicos que están privatizados. Ninguno de los predecesores de Piñera se atrevió a reformar los pilares del sistema. Ni el socialdemócrata Ricardo Lagos (2000-2006) ni su colega Michelle Bachelet, presidenta en dos ocasiones (2006-2010 y 2014-2018), desmontaron un modelo socioeconómico muy controvertido. Chile tiene una doble cara. Hacia fuera parece la ‘Suiza latinoamericana’, con datos macroeconómicos estables, cuentas saneadas, orden y modernidad. Pero esa fachada oculta otro panorama bien distinto, con mucha miseria, un sistema de protección social casi nulo y una enorme desigualdad social. La cifra oficial de pobreza es del 8,6%, pero en realidad, si se
computan sólo los ingresos del trabajo y las pensiones contributivas, la cifra alcanza el 29,4%. Aquí radica el problema de fondo. Muchos ciudadanos chilenos se convencieron de que la élite se queda con todo y se les perdona todo, atesorando privilegios, evitando la cárcel después de delinquir y compensando con clases de ética sus evasiones fiscales. Este sentimiento de ira les llevó a pensar que ya no podían perder nada y dejaron de pensar en las consecuencias de sus actos.
Además, el propio Piñera no anduvo muy fino cuando dijo, abrumado por los gravísimos hechos, que el país estaba “en guerra” en contra de grupos de delincuentes organizados. Eso echó más gasolina al fuego. El propio general Iturriaga se desmarcó de esas palabras, enmendándole la plana.
El Gobierno de Piñera está formado por tecnócratas muy cualificados pero muy poco empáticos. Hace unos días, dos de sus ministros más importantes realizaron declaraciones muy desafortunadas que también contribuyeron a avivar el creciente malestar social. El titular de lacartera de Economía, Juan Andrés Fontaine, soltó que al que madrugaba, el metro le ayudaba, refiriéndose al hecho de que las tarifas más altas del suburbano afectan a las horas punta del servicio de transporte. Su compañero del departamento de Hacienda, Felipe Larraín, todavía fue más frívolo al manifestar, tras conocerse los datos de la inflación, que las flores habían bajado de precio… Reconducir la situación tomará días muy largos y tensos. La población ya hacía colas en gasolineras y supermercados para atesorar combustible y víveres, temiendo que pronto habrá
problemas de abastecimiento
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