Opinión

Tiempos duros para Argentina

Argentina ratificó la victoria del peronismo. No ha sido una sorpresa porque las primarias de agosto ya permitían anticiparla, pero en todo caso se han constatado los peores augurios. Que el peor peronismo reconquiste el poder es una pésima noticia política (pues sus signos distintivos han sido la corrupción, la apropiación institucional e incluso los crímenes de Estado), pero también constituye un desastre económico de primera magnitud. El peronismo de Fernández y Fernández no solventará la crisis fiscal que vive el país, pues para ello habría que subirles los impuestos o desmantelar las redes clientelares constituidas en favor de aquellos que los han votado, algo que carcomería al peronismo desde su misma base. Pero con un déficit fiscal persistente y los mercados exteriores cerrados a la financiación del mismo, ¿cómo podrá el Gobierno gastar más de lo que ingresa? Pues como ya lo hizo el peronismo en su anterior etapa: ordenando al Banco Central que imprima nuevos pesos para monetizar las emisiones de deuda pública. Y, como ya sucediera en el pasado, esa ligereza en la creación de nuevos pesos solo espoleará la inflación dentro del país y la depreciación del peso frente al dólar. Para contrarrestar tales tendencias, los Fernández harán un uso intensivo del «cepo cambiario» por el que se limitará (o prohibirá absolutamente) que los argentinos compren dólares: se les impedirá buscar refugio en una moneda sana (el dólar) mientras sus ahorros en pesos son devorados por la alta inflación necesaria para enriquecer al Gobierno. La inflación es el peor y más injusto de los impuestos porque castiga indiscriminadamente a la población y, en el proceso, destruye la moneda. Lo paradójico del caso es que quienes sufrirán en mayor medida ese expolio inflacionista serán los votantes peronistas (si bien el Gobierno echará la culpa a «los especuladores»), esto es, aquellos que confían ingenuamente en la nueva Administración y que, en consecuencia, habrán mantenido el grueso de sus ahorros en pesos (mientras que los antiperonistas ya habrán sacado todos sus ahorros del país sabedores del rejonazo). Sin ir demasiado lejos, Macri ya ha comenzado a hacerle el trabajo sucio a Fernández: ante la avalancha de salidas de capital, ha decidido establecer un cepo de 200 dólares mensuales. En otras palabras, la «transición ordenada» del poder (tal como lo ha denominado el oficialista) consiste en prohibir que los argentinos compren más de 200 dólares por mes. En teoría, tan brutal restricción se levantará en diciembre, con el peronismo ya en la Casa Rosada; pero lo más probable es que el cepo no se levante en los próximos cuatro años (o, como mucho, se elevará mínimamente para guardar las formas). Le esperan tiempos duros a Argentina: el peronismo destrozó el país, el oficialismo no quiso reconstruirlo y el peronismo regresa para bailar sobre sus cenizas.