Opinión

Lo que me voy a reír si Vox es 3º

«Divide et impera», que decían los romanos. Eso es lo que está haciendo Sánchez con Vox, la «ultraderecha» según su mendaz terminología, a los que mienta mañana, tarde y noche con la inestimable colaboración de los periodistas de cámara de turno, mismamente, los de «El País». Ayer sin ir más lejos la encuesta del eternamente diario gubernamental (lo era con Soraya, lo es ahora con su Pedro) inflaba los resultados de la formación verde con dos indisimulados fines: movilizar a la izquierda por aquello de que viene el coco y frenar la imparable subida de un Pablo Casado que es el que de verdad puede hacerles pupa. Vox es a Sánchez lo que Podemos fue a Soraya: su creación. Lo hizo Mitterrand con Le Pen en los 80 para retardar la llegada al Elíseo de un Chirac que se le subía a las barbas y han repetido jugada la vicepresidenta anterior y el sucesor de Rajoy. Una inmoralidad como otra cualquiera. Sea como fuere, el caso es que todos los sondeos vaticinan un subidón de las huestes de Abascal y no a costa del PP, como se esperaba, sino de Ciudadanos en una suerte de efecto dominó. Seguramente Vox esté arañando respaldo al PP pero los de Génova 13 ganan por su izquierda mucho más de lo que pierden por su derecha gracias al Titanic de Rivera. Hundimiento que yo quiero ver. Porque lo mismo se pronosticaba hace siete meses y fue salirse del mapa el líder naranjito en los debates y meterse en el bolsillo 57 escaños en lugar de los 35 que de media le otorgaba la demoscopia patria. Sensu contrario, aquellos buenistas izquierdosos a los que se les llena la boca de la palabra de moda, «fake news», adjudicaban hasta 50 escaños a los que tildan de «ultras». Una mentira como otra cualquiera que tenía como objetivo ver si picaba el electorado popular y se pasaba en tropel a Abascal y Cía. Entonces, como seguramente ocurrirá ahora, primó más el voto útil que otra cosa. Eso sí, como Vox sea finalmente tercero sorpassando a Podemos y Ciudadanos me voy a reír hasta el Día del Juicio Final viendo la cara de gilí que se le queda a más de uno. Y no precisamente a Sánchez, que será el primero en brindar por todo lo alto si suena la flauta y le funciona ese recurso diabólico del voto del miedo.