Opinión

Inés: «superwoman» o digna enterradora

Pocas veces un partido político ha tenido en nuestra democracia tanta dependencia de su líder fundador como ha sido el caso de Ciudadanos con Albert Rivera. El partido ni siquiera recoge en sus estatutos qué hacer en el caso de dimisión de su presidente, aspecto que algunos nos lanzamos a verificar la noche electoral concretado el «batacazo» y dando la medida de un acentuado personalismo. Tal vez por ello se muestre hoy como mucho más inevitable la pregunta de cuál es el recorrido que le queda a una formación protagonista de los mayores bandazos de montaña rusa propiciados por la demoscopia en los últimos años, desde expectativas asentadas en la posibilidad de ganar elecciones sin techo electoral aparente, hasta depresiones en las encuestas solventadas después con decentes resultados reales y hasta llegar a la última curva del «10-N» con un derrape que puede ser definitivo.
Rivera habría ganado un nada descabellado adelanto electoral por parte de Rajoy antes de la triunfante moción de censura que coló a Sánchez en la Moncloa, también pudo ser vicepresidente con un gobierno del PP y hasta con el PSOE con quienes sumó 180 escaños tras los comicios de abril. Nada de ello ocurrió, lo que demuestra que no todo fueron aciertos terminando por la última equivocación que no fue otra más que despreciar una fórmula «España suma» que le habría dado junto a Casado una probablemente insuficiente mayoría minoritaria, pero con la que hoy sencillamente estaríamos hoy hablando de otra cosa.
Y como Inés Arrimadas ya ha dado el «sí quiero» a una sucesión sin rivales a la vista vuelve a hacerse inevitable la citada pregunta: ¿tiene la política jerezana la suficiente agua en la piscina como para iniciar una travesía del desierto hacia la recuperación o su papel acabará ciñéndose al de la gestora de un entierro digno? Pues, aun siendo poco contestable por contrastada la capacidad política de Arrimadas y con la perspectiva de convertirse en la única mujer dentro del elenco de candidatos en futuros debates electorales, la tarea se promete titánica. De entrada, por una merma en la capacidad económica del partido, también porque no serán pocos los cargos en ayuntamientos o comunidades que busquen la sombra de árboles más «consolidados» como PSOE o sobre todo PP –así va esto de la política– por no hablar del eterno carácter perenne del centrismo en un país que ha visto evaporarse desde la «UCD» prometedores sueños como el «CDS» de Suárez o la «UPyD» de Rosa Díez, también marcados por la impronta definitiva de sus líderes fundadores. Arrimadas tampoco lo tendrá fácil con los mismos que ya no la encumbrarán como en otro tiempo, pero sobre todo habrá de redefinir un factor ideológico que aporte alma a su proyecto solventando pasadas disyuntivas entre social democracia, liberalismo u ocurrencias varias. Si lo hace será la «superwoman» de nuestra política, si no, una digna enterradora.