Opinión
Un Gobierno anticonstitucional
Hubo unos años en la Transición en los que, por falta de costumbre democrática, se entremezclaba y confundía el término «anticonstitucional» con un «inconstitucional» que semánticamente no es antagónico, ni mucho menos, pero sí diferente. Normalmente una actuación «inconstitucional» está protagonizada por una persona «anticonstitucional», es decir, por alguien que quiere cargarse la Carta Magna que en 1978 puso los cimientos de los mejores 40 años de nuestra historia. Hecho este inciso, vayamos al grano. El Ejecutivo que pergeñan Pedro y Pablo, y que nos devolverá a la era de los Picapiedra, no es inconstitucional porque saldrá elegido con la mayoría de los votos de la Cámara Baja, esto es, cumpliendo los requisitos que marca el artículo 171. Hasta ahí podíamos llegar. Tan evidente es eso como que la filosofía que presidirá el nuevo Gobierno es la demolición lenta pero inexorable, cual gota malaya, de la arquitectura institucional que ha presidido nuestros últimos 41 años. El feo monumental al Rey anunciando el preacuerdo cuando estaba en Cuba y saltándose a la torera ese artículo 99 que prescribe la ronda de consultas es indicativo de lo que está por venir. No sólo eso. Tal y como advirtió Alfonso Guerra que, como el buen vino mejora con la edad, «Podemos no es demócrata, no hay que darle legitimidad porque busca sustituir el sistema de libertades». Pues eso. El eternamente sobrevalorado Iglesias no engaña a nadie: siempre apostó por «acabar con el régimen del 78 y abrir un proceso constituyente». Por primera vez en su historia democrática, el Gobierno de España va a tener un vicepresidente que quiere dinamitar la Constitución para repetir por estos pagos el experimento que ha destrozado Venezuela, asesinado a miles de conciudadanos y exiliado a más de 5 millones. No quedan ahí los enemigos de España. Para sacar adelante su investidura, Sánchez precisa del voto pasivo de los tipejos de ERC que hace dos años perpetraron una insurrección en Cataluña y ahora exigen la amnistía de todos los golpistas presos y un derecho de autodeterminación que se concibió para algo que Cataluña no es: una colonia. Y, seguramente, también necesitarán el auxilio de unos proetarras que ya votaron «sí» a la investidura de Sánchez en la moción de censura de 2018. Vamos directitos al abismo. A Sánchez eso se la refanfinfla, lo único que le importa es seguir volando en Falcon. Lo caro que nos va a salir el jet de las narices.
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