Opinión

La reprobación

Se dice que la reprobación es una crítica o desaprobación enérgica que alguien hace de una cosa, en especial de la conducta de una persona. En el ejercicio de la política se ha extendido la práctica de la reprobación cuando una mayoría de colegas en un órgano no aprueba algo que hace o dice un miembro, manifestado aquella crítica o desaprobación enérgica. Vaya por delante mi oposición al uso de este instrumento cuando lo que se trata es de cercenar y limitar la libertad de expresión, puesto que por más desacertado que sea el contenido del ejercicio de la libertad expresión no puede ser limitado en modo alguno. Los límites a la libertad de expresión se encuentran en el derecho penal, en el honor de las personas y poco más. La posibilidad de reprobar o censurar la actuación de un miembro de una cámara o una corporación municipal utilizando la propia institución parlamentaria o municipal como ámbito amplificador y legitimador, y con voluntad de influir sobre la ciudadanía por esa vía, pueda conseguir, y en mi opinión constituye, una forma de restricción de la libertad de expresión y del pluralismo político, teniendo en cuenta además la especial protección que le otorga la jurisprudencia a esa libertad. Esto se agrava cuando se desarrolla en un órgano como es un ayuntamiento, que, teniendo funciones ejecutivas, la reprobación se dirige contra un miembro de la oposición, porque lo normal es que se repruebe la acción de gobierno. En cualquier caso, las reprobaciones pueden resultar legítimas cuando se reprueba lo que se hace, pero no lo que se dice, puesto que las ideas y su expresión no encuentran límites más allá de su posible naturaleza delictiva, discursos de odio y poco más. Lo ocurrido recientemente en el Ayuntamiento de Madrid es muy poco edificante en términos democráticos y más en un país en el que algunos políticos, especialmente de extrema izquierda, se conducen con un desahogo dialéctico rayano en lo intolerable. Queda claro que la piel de la izquierda es muy fina e inversamente proporcional a su normal desenvolvimiento dialéctico. No son admisibles ejercicios cuasi dictatoriales en la desaprobación del adversario. Como decía George Orwell, «libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír». Espero que algunos lo asuman mejor.