Opinión

Los duques de Galapagar

Pocos días después de que «Okdiario» destapase en rigurosa exclusiva el casoplón de 1,2 millones comprado por 720.000 euros por Pablo Iglesias e Irene Montero, Jiménez Losantos les obsequió con un mote desternillante: «Los marqueses de Galapagar». Entonces ya se atisbaban sus dotes de vividores y su infinita incoherencia. El hombre que criticaba a «los ricos y a los políticos que se refugian en sus chalés del extrarradio» y que juraba y perjuraba que «jamás abandonaría» la VPO de 60 m2 que ocupaba ilegalmente en Vallecas, adquirió un chaletazo de 270 m2, 2.000 de parcela, piscinaco y hasta casa de invitados en la urbanización de lujo La Navata de Galapagar. Pensábamos que lo habíamos visto todo con estos personajes: cuentas en las Islas Granadinas con dinero procedente de la narcodictadura venezolana, sorprendente herencia de Montero y lujos más propios de banqueros que de representantes de los parias de la tierra. Error. Ahora nos enteramos, nuevamente gracias a su bestia negra periodística, que la escolta de Montero ha demandado a Podemos por explotación laboral. La número 2 (o 1, chi lo sa) de facto de ese partido convertido en Sociedad Limitada no trataba a su guardaespaldas como John Waller a Kunta Kinte en la plantación de Virginia de la serie Raíces. Pero si viviéramos a caballo de los siglos XVIII y XIX no descarto que hubiera empleado los mismos repugnantes métodos. Montero la obligaba a hacer de chófer de toda la parentela y de amiguetes varios; de mecánica del vehículo familiar; de manitas en el mantenimiento del casoplón y de recadera. Sus funciones como botones de la parejita pasaban desde ir a comprar la cena, la comida de los perros y los pañales de los bebés a Madrid (47 kilómetros de ida, 47 de vuelta), hasta transportar a la chica de servicio y a la niñera. Sí, lo han leído bien, la parejita tiene dos personas de servicio en casa. Elena tuvo que ver cómo Montero le retiraba el saludo cuando protestó por la explotación a la que era sometida y reclamó los 30.000 euros que le adeudan en horas extras. Así se comportan el futuro vicepresidente y la ministra in péctore. Como unos duques tiranozuelos. Eso sí: a ningún escolta hombre le infligieron este trato. ¡Y éstos son los adalides del feminismo! ¡Y éstos se encargarán de los ministerios de Igualdad y Trabajo! Españoles, prepárense para trabajar a golpe de látigo.