Opinión

La normalidad de Sánchez

El Congreso se vistió de gala para recibir a unos inquilinos «faltones» que no han entendido la importancia de ser los elegidos del pueblo español. Sus fórmulas de acatamiento a la Constitución, en medio de coros y danzas desplegados en las bancadas de los diputados, meramente buscaban desafiar la ley. Ni España es una República ni en ella existen presos políticos. Aunque pretenda ignorarse, el juramento o promesa a la Carta Magna es un deber esencial del diputado. Someterse a la legalidad es una obligación básica para las 350 voluntades que, al ocupar el escaño, representan la soberanía nacional. Ése es precisamente el principio que se sorteó con diferentes y variopintas fórmulas, algunas de las cuales ininteligibles.

Peor síntoma aún mostró la reelegida presidenta, Meritxell Batet. Como si no fuese con ella, procuró sobre todo cuidar a los socios de su partido. Eso sí, escudándose en una libre interpretación de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional para alejar su alta responsabilidad institucional. Numerosos diputados del PP abandonaron el hemiciclo molestos con Batet, sí, pero también con un Alto Tribunal ante el que ya apelaron el pasado mes de mayo tras el bochornoso arranque de la pasada legislatura. La historia vuelve a repetirse. Y mientras, los magistrados no han sido capaces de ponerse manos a la obra para ofrecer un margen de defensa al Poder Legislativo.

En cualquier caso, comprobada la permisividad de Batet ante el show, es sencillo deducir la realidad política que nos espera: un Gobierno de Pedro Sánchez maniatado al populismo de izquierdas que le marca Pablo Iglesias y al independentismo que representa Oriol Junqueras, un condenado por sedición contra España.

Paralelamente, desde La Moncloa se lanzan cortinas de humo para normalizar lo que no es normal ni aceptable. Se pretende que la palabra mágica «diálogo» sea la tapadera de todo. La ecuación de los guionistas de Sánchez siempre está llena de maniobras de distracción: la polarización

–«debilitar a la derecha y encrespar los extremos», escucho a monclovitas–, con Vox como cuña contra el PP, para mantener a la oposición entretenida con sus particulares miedos.

En los marcos mentales de Pedro Sánchez, la estabilidad no es una prioridad… salvo la suya. De hecho, la tóxica matemática parlamentaria que ha escogido se la hace imposible. Y tampoco puede considerarse normal que, tras las elecciones, el PSOE se reúna con los partidos secesionistas antes que con PP y Cs.