Opinión

Nación y Constitución

Ayer se celebró el día de la Constitución, nuestra norma de normas, nuestra ley fundamental, y como el Tribunal Constitucional la ha calificado orden de valores, valores que no son meros principios jurídicos superiores, sino valores jurídicos fundamentales, que han de ponerse en conexión con la dignidad de la persona, fundamento del orden político, cuya consecución ha de enderezar la actuación de los poderes públicos. Una norma de todos y para todos que nadie puede ni debe manosear a su gusto, y menos, como innecesaria urgencia para alcanzar un pacto de investidura cuyo principal escollo en este momento se encuentra en las filas de ERC, y cuyo confesado fin es volar la Constitución y el pacto de 1978, y ello, con la complicidad neocomunista y el tancredismo del socialismo. Peor contexto no puede acompañar al día de ayer, un contexto que pone en riesgo la principal norma de convivencia entre españoles. El art. 2 del texto refiere la unidad de la Nación española para calificarla de «indisoluble», «indivisible» y de «patria común», y según el alto Tribunal la soberanía de la nación residenciada en el pueblo español conlleva necesariamente su unidad, unidad del pueblo soberano fundamento de la Constitución en la que la nación se constituye como Estado social y democrático de Derecho, único y común para todos y en todo el territorio, sin perjuicio de su articulación compuesta o compleja a través del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas. Los enemigos de la Constitución tienen rostro y están identificados y no los confundamos; algunos cuestionan parte de su articulado, como por ejemplo el estado de las autonomías, o incluso desde el neocomunismo la propia forma de estado proponiendo de nuevo un sistema republicano, puesto que la Constitución permite su propio cuestionamiento, eso si democrático y a través de los procedimientos que establece, pero otros, sus verdaderos enemigos, han participado en un proceso sedicioso para arrumbarla. En el ámbito jurídico este proceso ya está juzgado y condenado, pero en el político tan responsables son sus autores como quienes justifican su actos y con estos nadie, ni tan siquiera Sanchez, puede sentar al pueblo español a negociar; como ha dicho Paulo Coelho «El engaño es una elección y no un error».