Opinión

La Gretamanía y la imbecilidad

Claro que el planeta tiene un problema medioambiental. Claro que hay que ponerse las pilas. Claro que todos los expertos coinciden en que las temperaturas se elevarán de aquí a 2100, el consenso habla de 0,5 grados aunque no es menos cierto que algunos alarmistas lo sitúan en hasta 6 grados. No menos claro resulta que el nivel del mar subirá entre los 25-50 centímetros cuantificados por los científicos más prestigiosos y los dos metros que vaticinan los gurús del apocalipsis. Pero claro también que es imprescindible un consenso que implique a los países más contaminantes: China, Estados Unidos, India y Rusia. Y no está de más recalcar un dato que en estos días de Cumbre del Clima ha pasado desapercibido: ni Xi Jinping, presidente chino, ni Donald Trump, ni el premier indio Modi, ni Vladimir Putin se han pasado por la capital de España. Ni estaban ni se les esperaba. Con lo cual la COP 25 servirá para lo mismo que un partido amistoso del Madrid o del Barça en Calatorao: para que los anfitriones saquen pecho y poco más. El drama es que un asunto tan serio como éste, del que depende la supervivencia de la humanidad, se esté planteando tan frívolamente. Por culpa, entre otros, de ese George Soros que maneja los hilos de la extrema izquierda mundial intentando imponer el pensamiento único con un talonario, el suyo, forjado a base de pelotazos que han destrozado países y arruinado a millones de personas. Y como cualquier otro movimiento totalitario emplean magistralmente a los niños cual arma propagandística. Lo hizo Hitler y lo repitió Stalin pero fue Mao el maestro en la materia. Ahora resulta que la salvación del planeta la lidera una niña de 16 años llamada Greta Thunberg que, en lugar de ser tratada de sus patologías psiquiátricas, es utilizada como arma arrojadiza contra Occidente en general y EEUU en particular. Lo de menos es el calentamiento planetario. Lo de más cargarse el mundo liberal. Yo pregunto a qué espera la Fiscalía de Menores sueca para procesar a los padres de la pobre niña por explotación infantil y por poner en riesgo su vida incitándola a cruzar el Atlántico en un catamarán de 15x5. Ciertamente, la línea que divide la seriedad de la imbecilidad es muy fina. Una línea que han cruzado la marioneta de la extrema izquierda, Greta, y ese jeta que viaja en jet y en furgos nada eco-friendly, Javier Bardem.