Opinión

Desfachatez intelectual

Mikel Arteta, filósofo político, tuvo la paciencia de interpelar, uno a uno, a los a 166 firmantes hispanohablantes del infame manifiesto «Petición pública en favor de una negociación política sobre Cataluña». Una basura donde los abajofirmantes requieren que el Estado responda al golpe con «diálogo». O sea, que premie al maltratador, a los políticos condenados por sedición, con el estatus de sujeto político, orillando el Parlamento donde representantes de 46 millones de españoles deciden sobre lo común. ¿Negociará Sánchez competencias sobre puerto y aeropuerto barcelonés, sobre la Hacienda común o el CGPJ? «Básicamente», explica Arteta, «pedían diálogo entre el Gobierno de España y el autonómico de Cataluña para solucionar el “conflicto” (entrecomillado suyo) al margen, entiendo yo, de los foros comunes de deliberación y decisión». La mayoría de los interrogados pasó de responder. Pero un puñado se avino a debatir. El resultado, publicado en el blog del autor, resulta vibrante, revelador y terrible. Es la radiografía o aguarrás de unos claustros universitarios y unos escritores y periodistas de teórico prestigio y evidente influencia entregados al putrefacto nacionalismo, rendidos ante los enemigos de la igualdad, comprados como alcahuetas, vendidos en calidad de bufones o cómplices de quienes, como explica Piketty, aspiran a quitarse de encima el lastre de los pobres para transformar Cataluña en un alicatado y reluciente paraíso fiscal. Preguntados por qué defienden lo que defienden las respuestas oscilan entre la pura demagogia, el supremacismo sin excesivos aditamentos y, casi siempre, una suerte de desfachatez intelectual donde cabalgan juntas el pragmatismo y la desafección a todo por lo que merece la pena luchar. Como explica Arteta, son legión los que, sin comulgar con el independentismo ni el nacionalismo, «se muestran cansados y buscan una solución bilateral, negociada, sin considerar demasiado relevante que, en este marco, pudieran estar favoreciendo una penúltima cesión ante lo que a mi juicio es una extorsión». Porque de eso va el diálogo que propugnan. De asumir cuanto diga el señorito y sepultar la razón democrática para entregarnos al decisionismo y a levantar fronteras en nombre de todas las monstruosidades iliberales. Si un editor lee esto, que sepa que el intercambio entre Mikel y los felones da para un libro memorable. Retrato atroz de un tiempo de canallas.