Opinión
No fue sólo por el Brexit
La victoria de Boris Johnson ha sido en sus propias palabras «irrefutable, irresistible e indiscutible decisión del pueblo». Y aunque resulta decepcionante ver como en Gran Bretaña se percibe la pertenencia a la Unión Europea como una losa que le impide desarrollar todo su potencial, Johnson ha ganado y el brexit se presenta como una realidad definitivamente inevitable y hasta cierto punto aceptada por todos. El argumentario antieuropeo es lamentable y la salida de Gran Bretaña de la UE, un desastre, pero, se mire por donde se mire, es lo que hay, y así hemos de aceptarlo. Más lamentable es que este hecho coincida en nuestro país con un momento en el que afrontamos una de las mayores crisis institucionales de nuestra historia democrática, y, lo que es peor, bajo la batuta de un director de orquesta que carece de oído y que no sabe leer ninguna partitura, especialmente si es constitucionalista o invita a la moderación. En cualquier caso, volviendo a la victoria de Johnson, el imparable brexit no nos debe impedir analizar otros motivos de su abultada victoria. Porque en estas elecciones los británicos no solo dirimían la salida de Europa, sino que también afrontaban una batalla ideológica que ha pasado inadvertida, en la que se enfrentaban dos modelos económicos y sociales diferentes: por un lado, los laboristas, anunciando y amenazando con nacionalizaciones y más impuestos; por otro, un modelo liberal conservador que apuesta por el individuo y que cree en la empresa, con menos impuestos y más libertad. Y la sociedad británica también ha votado esto. En España, donde también nos debatimos entre estos dos modelos, lo que se está preparando para una investidura es un proyecto como el laborista, pero en su peor versión. La de quienes confunden igualdad y equidad con falta de iniciativa privada, negación de la cultura del esfuerzo y proscripción de la excelencia. Las nacionalizaciones y subir los impuestos son recetas de ideologías trasnochadas que resucitan problemas propios del siglo XIX y divisiones frentistas del siglo XX para justificar políticas radicales y populistas en el siglo XXI. Por eso hoy más que nunca, resulta paradójico y pedagógico a partes iguales recordar la frase de Gorbachov: «El mercado no es un invento del capitalismo. Siempre ha existido. Es un invento de la civilización».
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