Opinión

Más madera contra España

Una escena de la película «Los Hermanos Marx en el Oeste» ha pasado a la historia, por lo menos en España, gracias a la frase «más madera, es la guerra», aunque lo que se decía era «traed madera»; al margen del doblaje, es una escena de un alocado y desquiciado tren en el que a falta de combustible, Groucho decide utilizar toda la madera que formaba parte del tren para poner en marcha su locomotora, esto es, no duda en destrozar el tren con tal de seguir adelante. Podría se una adecuada caricatura para definir lo que está aconteciendo, un presidente que no duda en quemar todo lo que sea con tal de seguir moviendo la maquinaria del Estado hacia el mantenimiento de su obsesión, ser presidente del Gobierno, por fin, a través del modo constitucional ordinario, la investidura. «Traed madera, es la guerra», que frase tan descriptiva y a la vez fiel resumen de lo que está ocurriendo. El pacto, si se llega a producir, se forjará en poner en cuestión todo aquello por lo que hace más de cuarenta años los españoles decidieron sentar las bases y la estructura de un sistema que garantizara la concordia, y ello, gracias a consolidarnos en lo que nos une, superando lo que nos separaba. Parece que se ha decidido que es mejor pactar contra el Estado con aquellos que tienen como objetivo final dinamitar el sistema constitucional y el modelo de convivencia en España. Aquello que quitaba el sueño hace unos pocos meses hoy no, y ello ¿por qué?, ¿qué es lo que ha cambiado? Nada, tan solo que el mantenimiento en el poder se consolide a cualquier precio. Este alocado tren de la película de los hermanos Marx se convierte en una triste y actual parodia, parodia de una situación que compromete la estabilidad constitucional, política, territorial, económica y social de una forma muy peligrosa. La parábola del hijo pródigo es una de las más difíciles de comprender, cómo un padre prefiere al hijo desleal frente al fiel, pero la única forma de entenderla es sobre la base del arrepentimiento del pródigo que acepta que la vida fuera de la casa de su padre no tiene sentido, y en este caso, parece lo contrario, el padre es el que pide perdón.