Opinión

Este PP vasco da asco moral

A Alfonso Alonso, a Oyarzábal y a mi amigo Borja Sémper no les voy a discutir su autoridad moral en los años de plomo de ETA. A ninguno de ellos les van contar lo que supone salir todas las mañanas de casa acongojado sin saber si volverás a franquear el portal con vida por la noche. Tampoco les van a explicar lo que representa ir con escolta desde los veintipocos años. Ni lo que se siente cuando el día más normal te llaman «¡hijo de puta!» siete u ocho veces y el más excepcional te intentan dar un puñetazo cuando caminas con la familia por tu ciudad. Por eso alucino con las salidas de pata de banco que de tanto en cuando la cúpula del Partido Popular del País Vasco perpetra blanqueando, relativizando y, aunque obviamente no lo quieran, descargando implícitamente de culpa a la gentuza que hace no tanto asesinaba, mutilaba, calcinaba, extorsionaba, secuestraba y expulsaba de su tierra a cientos de miles de personas. «El futuro de Euskadi hay que construirlo también con Bildu». Menudo brinco pegué en 2013 cuando me contaron que Sémper había vomitado esta perla. Tuve que pellizcarme y googlelear como un loco para certificar que lo que acababa de leer no era un error o una fake news. Desgraciadamente, era verdad.

El colmo de la ignominia, de la repugnancia, estaba por llegar. Y sobrevino en julio cuando el único juntero del PP en Guipúzcoa, Juan Carlos Cano, votó «sí» a que el malnacido representante de Bildu presidiera la ¡¡¡Comisión de Derechos Humanos!!! Que es como si el Tribunal de Núremberg que juzgó a los nazis lo hubiera presidido un redivivo Hitler, Mengele o Eichmann. De locos. Pero, como si se hubiera establecido una suerte de competición en el PP vasco para ver quién comete la mayor barrabasada, la semana pasada Cano fue sobrepasado en indignidad. Le arrebató el título Raquel González, presidenta vizcaína, que el jueves brindó con cava por la Navidad con Jone Goirizelaia, antigua jefa de HB y antiguo enlace entre la dirección de ETA y sus presos.

En fin, el mal en estado puro. Un siniestro dato lo resume todo: era una de las barandas batasunas cuando mataron a cañón tocante a Miguel Ángel Blanco. Casado no puede permitir más traiciones a la memoria de los 14 compañeros asesinados por la banda terrorista. De la pasividad a la complicidad hay un trecho muy corto. ¡Basta ya!