Opinión

Investidura de pandereta

En este calendario en el que debería primar la melancolía de aquel mazapán que nunca probaremos porque el tiempo nos ha condenado a vivir ya en otra dimensión, cuando los afectos se desvisten y quedan tiritando bajo el árbol ya deshojado y los relojes blandos intentan comer turrón del duro, aparecen fechas marcadas en rojo sangre. La política no perdona una Nochebuena después de tantas malas. Y luego está el día de los inocentes, pobres, aquellos desamparados que creían vivir una pesadilla y han caído en la cuenta de que Junqueras es Freddy Krueger, que es un mal sueño dentro de otro hasta el infinito. En lugar de villancicos suena la canción de cuna para una cadáver y en vez de «¡Qué bello es vivir!» parece que reponen «La invasión del planeta de los simios», tanta es la osadía con la que nuestros gobernantes se juegan el viaje al abismo de la autodestrucción con dentadura postiza. La investidura no será una fiesta navideña sino un motín de Halloween en el que los monstruos entran en los juzgados para hacer tratos amargos con los delincuentes que regirán nuestros destinos. El espíritu de las Navidades futuras lleva el disfraz de España en forma de calavera, penando porque más que defenderla la ponen frente al pelotón de fusilamiento. En este solsticio de invierno los días se hacen más cortos. Llegará un día en que serán noche cerrada y Pedro Sánchez necesite una linterna para adentrarse en La Moncloa. Jamás un Gobierno se había atrevido a adentrarse solo en el bosque al albur de las alimañas a no ser que se haya convertido en una de ellas. Todo sucede entre el misterio y la hipnosis. Mire atento a un punto fijo y repita conmigo: «Fue una ensoñación». Tanto argumentar contra los sediciosos para luego encender una hoguera y bailar un aquelarre a espaldas de los ciudadanos. Esta noche no me quitarán el sueño porque espero dormir poco después de orinar etílicas sustancias. Las resacas se pasan pero las traiciones no las borra la cabalgata de los Reyes Magos que este año nos traerán carbón e incluso la misma palabra con las consonantes cambiadas. Pregúntese, si le quedan ganas, qué sentido tiene este sindiós creyente. Antes de que el gallo cante tres veces Junqueras negará a Pedro. Mientras tanto, los apóstoles se reparten las carteras como si fueran carpetas del colegio en las que se pegarán retratos del preso. Negociar con el enemigo conlleva convertirse también en villano. O en bufón. No está la corte para arlequines o arribistas sino para hombres valientes. ¿Dónde están?