Opinión

No son ecologistas, son neocomunistas

Australia, Mallorca, el Delta del Ebro, Alicante, el diciembre primaveral en Madrid… No hace falta ser Premio Nobel para determinar que el cambio climático no es un cuento chino. Basta con presenciar la realidad de este invierno en el hemisferio norte y del verano en el hemisferio sur para colegir que esto se nos va de las manos. El eje de la cuestión no es el qué, que eso ya sólo lo discuten unos pocos trastornados, sino el cómo hincamos el diente a un cáncer medioambiental que ha adquirido crecimientos geométricos. Desde luego no veo yo a Greta Thunberg siendo la panacea que ponga firmes a los grandes contaminadores del planeta. Viéndola llegar al Foro Davos el martes, rodeada de tantos adláteres como Trump, ratifiqué mi conclusión previa. Que es un producto de marketing y una niña explotada por sus padres y demás chupópteros a los que el calentamiento global se la refanfinfla porque su única obsesión es el número de ceros del cheque que van a trincar por una conferencia de la niña. Qué diría la izquierda mediática mundial si el liberalismo emplease a una niña de 15 años, que es la edad que la sueca tenía cuando empezó a ser manipulada, para intentar imponer su hoja de ruta urbi et orbi. Faltaría tinta en el mundo para describir el escándalo. De ese interesantísimo epicentro del mundo que es todos los eneros Davos vuelvo con muchas conclusiones pero una por encima de las demás: los ecologistas prefieren antes matar la economía de libre mercado que salvar la Tierra. No les hablo de oídas porque de los cientos de paneles del Foro, cerca de la mitad está relacionado directa o indirectamente con este drama. Su obsesión es prohibir o limitar estrictamente la aviación, el transporte marítimo, el turismo y, por supuesto, los combustibles fósiles. Colau, que es una neocomunista, acaba de restringir la llegada de cruceros al puerto de Barcelona. Madrid Central es un veto no a los coches en general sino a los coches de los más humildes específicamente. Al Real Madrid le ponen a caer de un burro porque va a Valladolid en avión. De locos. Estos cambios o se implementan por consenso y gradualmente o acaban en tragedia. Porque el siguiente liazo será cómo calmar a los cientos de millones de personas que irán al paro si la transición ecológica se hace a las bravas. Tiempo al tiempo.