Opinión

La Terminal

Terminaba mi último artículo recomendando la lectura del «Rey Lear» o su adaptación cinematográfica, y comienzo este, recomendando ver la película de Tom Hanks «La Terminal», y ello, como ejemplo de que en la ficción hay mucha alegoría y dramatización, no hay que tomarse sus argumentos al pie de la letra. Se trata de un drama romántico con toques de comedia, más oyendo alguna de las versiones ofrecidas en torno al gravísimo y comprometido incidente en relación con el subrepticio e irresponsable encuentro entre el ministro Ábalos y la numero dos de la esperemos pronta extinta cruel dictadura venezolana de Maduro, parece que alguno se ha tomado el filme literalmente, tal cual lección de derecho internacional público. En las terminales aeroportuarias no existe zona alguna excluida de la soberanía y jurisdicción del país en el que se encuentran y menos en España. Se debe tener algo claro, no hay tierra de nadie, es una ficción, puesto que las llamadas zonas de tránsito de los aeropuertos forman parte del territorio del Estado donde se encuentran. Cuestión diferente es que los estados para facilitar el trasporte aéreo delimiten una zona de tránsito para aquellos viajeros que hacen escalas técnicas, evitándoles el control de pasaporte, inmigración y aduanas, esto es y nada más. Cuando alguien pone un pie en suelo español, aun en una terminal de tránsito, está en España, y se encuentra sometido a nuestras leyes y a las normas de la Unión Europea, y no se puede decir la boutade de que hasta que no se pasa el control de pasaportes no se encuentra en suelo español. Tan es así, que hay aeropuertos como el de Miami en el que no hay zona de tránsito. Conviene recordar nuestra ley Orgánica 16/2015, de 27 de octubre, sobre privilegios e inmunidades, en cuyo articulado se interpreta como un espacio de inmunidad lo que se denomina una aeronave de Estado, esto es, una aeronave perteneciente a un Estado extranjero, operada o explotada por él y utilizada exclusivamente para un servicio público no comercial, tales como servicios militares, de aduana o de policía, y solo mientras se permanece en su interior. Decía Cicerón que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Cuando se mezcla mentira y silencio su pérdida es total.