Opinión
Foto incómoda para Sánchez
«Pedro Sánchez será siempre capaz de reinventarse». La advertencia retumba intramuros de La Moncloa. Porque las aguas bajan revueltas. Su incómoda reunión con Quim Torra ha sacado de las tinieblas el enésimo resbalón del Gobierno, rehén de ERC. La rectificación del presidente, quien pasó, en unas horas, de posponer la mesa bilateral hasta después de las elecciones catalanas a plegarse a las exigencias del «estratega» Gabriel Rufián, supuso la puntilla al estado de ánimo, entre abatido e inquieto, del PSOE y su grupo parlamentario.
Sánchez ha quedado en situación desairada. Está en manos de un president de Cataluña inhabilitado y de salida. El apreciado control de los tiempos ha saltado por los aires. Rufián se lo avisó en su visita amenazante a La Moncloa: «Torra apurará al máximo para convocar elecciones, puede tenernos así muchos meses». Y sus socios necesitan blindarse por la acusación de «botiflers» que les están colgando sus amigos de JxCat. Así que cunde la sensación de que los días «horribilis» del presidente del Gobierno apenas han empezado.
Escasamente tres semanas después de su toma de posesión, el Gobierno no se ha venido arriba ni por el «efecto suflé» de la novedad. Al contrario. Su inviabilidad desde el minuto uno es un lastre pesado. Ya ni siquiera se esconde que, probablemente, 2020 transcurra sin nuevos Presupuestos. Eso deslizan círculos cercanos al presidente, seguramente para ir amoldando la opinión pública al nuevo fiasco. Y justo cuando los malos datos de paro comienzan a martillear a los españoles.
Por si no tuviera suficiente, le estalla la «crisis» del encuentro de José Luis Ábalos con Delcy Rodríguez. Buen sainete. Una relación nocturna a todas luces corrosiva. Ojo, que el ministro de Transportes es también secretario de Organización de los socialistas. Poco importa que el mismo Sánchez buscase restarle trascendencia ante la Ejecutiva Federal dejando caer, mirando a Ábalos: «¡Te quejarás, José Luis! ¡Atraes más focos que yo mismo!» Un cierre de filas envuelto en papel de celofán. Ábalos se siente víctima del «fuego amigo». Tiene razones para pensarlo. Lo de menos es ya que, al explotar el escándalo, todos los dircom ministeriales, con el renovado secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, a la cabeza, se fuesen literalmente de fiesta hasta altas horas de la madrugada. En medio de las alarmas, nadie cogía el teléfono.
✕
Accede a tu cuenta para comentar