Opinión
Paro y chivo
Ayer asistimos al primer acto de una obra que se va a prolongar mientras persista la situación negativa en el mercado de trabajo. El título del drama reproduce una vieja frase mía: «El mejor amigo del hombre no es el perro sino el chivo expiatorio».
Al comentar los datos de la última Encuesta de Población Activa, señalamos que el cuarto trimestre de 2019 había sorprendido favorablemente, en especial en los servicios, pero que no había cambiado la tendencia desfavorable del paro, del empleo, y de la economía en general. Las cifras del paro registrado, conocidas ayer, ratificaron la tendencia, y animaron al Gobierno a sostener que todas las noticias malas son culpa de otro. De la misma manera, cuando haya datos buenos, obviamente, serán mérito de Warren Sánchez y sus secuaces. Como dice el tango: mentira, mentira.
Incluso en el marco favorable de la última EPA, las estadísticas de la industria y la agricultura fueron malas. Los datos registrados del mes de enero fueron aún más negativos. Pero el Gobierno insistió en que el lúgubre panorama no guardaba relación alguna con la demagógica subida del salario mínimo interprofesional.
Fue entrañable don Israel Arroyo, el nuevo secretario de Estado de la Seguridad Social, que atribuyó a Dios Nuestro Señor, o sea, a la naturaleza, las pésimas cifras del sector agrario, que destruyó quince veces más empleo de lo que acostumbra en un mes de enero. Todo fue culpa de los aceituneros altivos y su mala cosecha.
El mejorable ministro de Agricultura, don Luis Planas, sacó a pasear un tradicional chivo expiatorio de los socialistas de todos los partidos: los perversos intermediarios. «La distribución debe poner en valor el trabajo de los agricultores españoles», señaló, intentando desviar la atención hacia la distribución, siempre con el útil añadido de «las grandes empresas», porque ya se sabe lo malvadas que son. Veremos repetida esta vieja y reaccionaria maniobra, que no tiene ninguna base teórica ni empírica. Y una y otra vez repetirán los supuestos progresistas que la subida del SMI no guarda relación alguna con el aumento del desempleo, o la expulsión de trabajadores hacia la economía sumergida, precisamente en los sectores más vulnerables al SMI, como la agricultura o el servicio doméstico. Y todo esto mientras la izquierda y los sindicatos se llevan las manos a la cabeza y denuncia una «precariedad» que se debe precisamente a las políticas que ellos mismos practican y propician.
Sube el paro, baja la afiliación a la Seguridad Social y también las empresas registradas en la misma. Pero el Gobierno no tienen la culpa de nada, porque todo lo hace bien.
En fin. Todavía no hemos visto otro gran chivo expiatorio que Warren y su pandilla están esperando como agua de mayo, y al que recurrirán antes de mayo o después: la economía mundial.
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