Opinión
Iglesias o el prototrepa nacional
Pablo Iglesias es un tipo peligroso por el odio que siente hacia quienes no pensamos como él. Pero no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista. Tenemos la suerte de que, además de un comunista furibundo, el excelentísimo señor vicepresidente es un vividor. Un hedonista. Un pachá. No hay que perder la esperanza, pues, de que algún día se calme el sujeto que gozaba viendo cómo pateaban a un policía, el violento que llama a los suyos «a cazar fachas», el «marxista devenido en psicópata» que anhela «azotar a Mariló Montero».
Y es que estamos ante el prototipo del trepa. El compañero de la no menos excelentísima Irene Montero demuestra lo bien que funciona una sociedad capitalista en la cual un individuo puede ascender en la pirámide social a base de esfuerzo o de caradura, que de todo hay en la viña del Señor. Hace siete años, cuando aterrizó en La Sexta Noche, era un tipo desaliñado que según él ganaba 1.000 euros al mes como profesor de la cutre Facultad de Ciencias Políticas de Somosaguas. Ahora, entre él y su pareja se embolsan cerca de 200.000 euros anuales sin contar los dineros que él tiene o tenía allende los mares. Me refiero a esa cuenta con 272.000 dólares en las Islas Granadinas. Su piso vallecano ha dado paso a un casoplón en Galapagar cuyo precio de mercado era de 1,2 millones pero él compró por 670.000 euros en una especie de milagro de los panes y los peces a la inversa –¿a qué espera Hacienda para investigarlo?–.
Su chaletazo de casi 300 m2 triplica la superficie de un hogar medio y cuenta con toda suerte de lujos: desde piscinaco acapulqueño hasta cuarto de invitados pasando por el ya célebre baño-tinaja del jardín. Antes se movía en metro, ahora va por la vida con ocho escoltas y coche oficial cuya puerta no tiene que molestarse en abrir porque siempre hay un edecán presto y dispuesto a evitarle ese engorro.
Por no hablar del sorprendente patrimonio de su novia. Por cierto: entre los dos acumulan ¡¡¡240.000 euros!!! en cuentas corrientes. Y este fin de semana ha sido el no va más: ya tiene finca, Los Quintos de Mora, aunque de momento la dacha no sea suya. La vida es bella. Yo, por si acaso, no albergo ninguna esperanza de que cambie: la riqueza no ha convertido precisamente en hombres buenos a Castro, Maduro y Ortega.
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