Opinión
Eutanasia al español
Las hordas racistas ya orinan cuesta abajo. Clasificar a una persona, en su estrecho fichero mental, según tenga o no pinta de catalán, es de potar. De tanto querer que sólo se hable en catalán a los que desconocen la lengua, y con los que se podrían comunicar en español, es una vereda a la extinción, al corralito donde las gallinas te reciben con un «bon dia» y los perros ladran en el idioma de su imperio de chiste. Los independentistas anhelan un «minority report» que analice al individuo con solo mirarlo y le haga la prueba del RH de las apariencias. Urge que el relator tome lecciones de catalán y que en las reuniones de la mesa bilateral se trabaje con traducción simultánea. Hay que tatuarse un logo, como en los bolsos, para que te acepten en la «high class», fuera de la cual se es una colilla en la basura. Ser catalán es un Dolce & Gabbana y los demás, de Amancio Ortega. Como ardid político, suena ridículo, recuerden aquella hilarante entrevista en TV3 en la que Colau acaba traduciendo al ex alcalde de Medellín lo que pregunta la presentadora. Como lección moral, nauseabundo, no ya solo quiebra la mínima regla de amabilidad o cortesía sino que abraza al supremacismo con el éxtasis de un Satisfyer en un campo de concentración. Al cabo, los que no dominamos el catalán en la intimidad somos portadores del coronavirus español, por lo que merecemos que nos dejan en cuarentena con solo pisar El Prat. Es una ley de eutanasia del castellano. Pasado el tiempo de los cuidados paliativos, llega la hora de morir sin dolor. Cabría preguntarse también qué entienden los prescriptores por «tener pinta» de catalán. Carmen Amaya, del Somorrostro, no parece. El éxodo calé a Francia fue tal que en algunos lugares de por allí al que habla catalán le dicen que se expresa en gitano. Un «gipsy king». Ves a Rufián por la calle y no diría que es de Finlandia, la verdad. Le veo más futuro en un tablao que de «indie» en Reikavik. Hay que precisar un poco más cuáles son las características que tiene la raza de un país que aplaude la plurinacionalidad para los demás pero no para sí mismo, que se llena la boca con «diálogo» mientras cose cremalleras en labios ajenos. He aquí un caso para el Ministerio de Igualdad. Que nos hagan parecer a todos catalanes, pero ¿más tirando a Pujol o a Junqueras? Cómo distinguir al español de pura cepa, esas «bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN», a decir de Quim Torra, para soltarle «Si us plau vayase». Cómo digerir tanto rencor.
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