Opinión

Estirar el «diálogo»

El Gobierno diviniza el «diálogo». Pedro Sánchez no se lo quita de la boca, como si así desvaneciese la ventaja que concede a la narrativa del independentismo, deseoso de comprobar hasta dónde llegarán los socialistas cuando les planteen la autodeterminación y la amnistía. El presidente puede despejar cuantos balones quiera hacia delante, pero el coste es elevado: los paños calientes suponen un deterioro institucional del Estado que ya veremos si tiene camino de retorno. Eso sí, cualquier reproche enseguida se tapona con «diálogo».

Desde luego, después de tanta deslealtad acumulada en nombre de un sujeto popular inexistente, Quim Torra en ningún caso merecía la recompensa que le ha concedido el líder del PSOE, con publirreportaje incluido en La Moncloa para gloria y júbilo del cursi «reencuentro». La concesión de un estatus propio de un jefe de Estado fue un triunfo propagandístico de los secesionistas doloroso para millones de españoles que se sienten defraudados.

Mientras, las expectativas en el entorno presidencial van cumpliéndose. Lo importante es ir tirando. Atar a los separatistas a la mesa con sus citas mensuales es la clave. Permite asegurarse sumar mayorías en la Carrera de San Jerónimo. Por más que la factura que se irá acumulando parezca que nadie del Gobierno la desee contemplar. De momento, ante quienes sólo aspiran a la voladura del Estado, Sánchez ya se ha visto obligado a interiorizar que hay un «conflicto político» en Cataluña y a proscribir la Constitución en pos de la denominada «seguridad jurídica». Todo un presidente y sus ministros lanzados a la búsqueda de «fórmulas imaginativas» que permitan dar una salida a una negociación que es un sinsentido. Ya la mesa negociadora en sí misma niega la Constitución española y los valores que la impregnan.

Pedro Sánchez está decidido a llegar a acuerdos primero para luego buscarles encaje legal. Si debe hacerlo a martillazos con la legalidad, lo hará. «Deben dejarse atrás los maximalismos», repite su círculo. Lo cual no evitó que Torra desplegase delante del presidente sus exigencias y renegase de hablar de una revisión del Estatut o del autogobierno. No hay punto medio para el secesionismo. El Gobierno ha podido deleitarse en las últimas horas con la gasolina de ver aprobado el techo de gasto. Pero, mucho me temo que regalarle al socialismo la aprobación de los Presupuestos antes de las elecciones en Cataluña es algo que ERC no contempla.