Opinión

Frente al dragón, desnudos

¿Cómo defenderse de los apocalípticos? ¿Cómo sobrevivimos a la marejada iliberal o peleamos contra la degollina de la razón? ¿Conoce alguien la fórmula con la que replicar a unos truhanes que venden por trozos el Estado de Derecho? Llueven las bombas, avanzan los virus del odio y, como largaba el cantautor bohemio, los traficantes de estampitas hacen su agosto en el hipermercado. A los dos lados del charco hay politólogos consagrados a rastrear manuales como trincheras. Los historiadores nos advierten de que así mueren las democracias. Golpe a golpe. Beso a beso. Mitin tras mitin de unos gobernantes/activistas. Por la mañana legislan. Por la tarde pedalean en las televisiones. Al caer la noche, suave, sacan la lata de gasolina y allá que marchan. Juntos a las filas de la rebelión. Si mi sangre piden tu sangre les doy. Los columnistas, buitres sentados, reporteros de culo gordo, brindamos por la llegada de Atila. Como no poseemos acciones ni llegaremos a ministros o asesores áulicos nos pone más un terremoto que una merienda con té y pastas. Pero algunos tenemos hijos, pensamos en lo que viene y, vaya muermo de pavos, valoramos la fortuna que supone vivir bajo la protección de una democracia representativa. De ahí el miedo que dan pájaros como Donald Trump o Bernie Sanders. Dos capataces del caos. Expertos en ofertar épicas. Lo escribió hace poco David Brooks en el New York Times, que Trump encanta con su airada parla nativista y sus ataques a una teórica élite globalizadora. Mientras que el senador por Vermont aúlla contra la desigualdad y denuncia que Wall Street nos roba. Frente a la goma-2 dialéctica, los Biden, Buttigieg y cía están en pelota picada. Alelados como conejos. Indefensos con sus cifras macroeconómicas, su respeto por las instituciones, su verbo calmado, su aparente tibieza y sus insuficiencias inevitables cuando tus rivales proponen que esnifes gramo y mitad de utopía poco cortada. En España, claro, también sacan pecho los buscadores de fortuna. Los mejores pícaros aprendieron a invocar al Diablo. Crea más emoción hablar del hundimiento del mundo tal y como lo conocemos o proponer alistarse en la lucha por liberar Stalingrado que mantenerse fieles al constitucionalismo. Como alternativa al dragón que embiste propongo reivindicar todo lo bueno que trajo el 78, leer a Bunge hasta entrada la noche y en invierno viajar hacia el sur.