Opinión

El zorro al cuidado del gallinero

No puede decirse que el crédito internacional de España cotice al alza tras este mes largo de Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. En Washington, el sainete del «Delcygate» y la tasa Google han puesto en alerta a la Casa Blanca, en Bruselas el cambio de estrategia sobre Venezuela ha desconcertado a muchos y en Marruecos el primer flirteo internacional de Podemos con el Frente Polisario ha desatado la indignación. Y en estas, Sánchez ha decidido abrir las puertas del CNI a Iglesias a través de la Comisión Delegada que va a supervisar los objetivos y los resultados de nuestros servicios de inteligencia.

El hecho de que Iglesias pueda acceder, de primera mano, a sensibles secretos del Estado ha desatado la intranquilidad y el malestar, por no decir la sospecha, de los profesionales implicados. Incluso Felipe González se ha referido al asunto con ironía: «Me está costando trabajo ver la relación entre la Agenda 2030 y la agenda social», tareas gubernamentales de Iglesias, «y la comisión de asuntos de inteligencia». Ayer, Santiago Abascal, líder Vox, en entrevista a LA RAZÓN decía estar sorprendido por el nivel de preocupación que había detectado en EEUU e Hispanoamérica por este asunto.

Es lógico. Los antecedentes del líder morado y sus relaciones con algunos de los mayores «enemigos públicos» de la comunidad internacional, como Rusia, Irán, Venezuela o Bolivia no son una buena tarjeta de presentación. Más aún en el mundo del espionaje y de la colaboración entre países, donde prima el principio de fiabilidad. La espada de Damocles en términos de inteligencia es la filtración.

El CNI es uno de los servicios con mayor prestigio del mundo y, por razones geoestratégicas, socio privilegiado de los más importantes de entre sus homólogos, como la CIA, el Mossad, el MI6 o los servicios secretos marroquíes. Y todos ellos conocen de primera mano desde hace tiempo los «padrinazgos» de Podemos: Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y el régimen de los Ayatolás de Teherán.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha logrado imponer sus tesis y situar al frente del CNI a Paz Esteban, una profesional de la casa con una buena reputación entre sus colegas internacionales y con una fluida agenda de contactos. En Moncloa sigue el general Miguel Ángel Ballesteros, responsable del departamento de Seguridad Nacional, militar altamente respetado y nada amigo de las veleidades «geoestratégicas» ni de los lazos de los de Iglesias con la Rusia de Putin, vía Irán y Venezuela.

Sin embargo, Sánchez ha querido tener «un gesto». Un premio que –argumentan los monclovitas– «debe tener sus contrapartidas». Ser parte de un Gobierno conlleva mieles y hieles. Hasta ahora, pertrechado tras su aparato propagandístico, Iglesias «sólo ha pisado moqueta, pero también debe pisar barro». La visita de este viernes a Galicia como ministro de compañía de la Reina Letizia es muestra de los «sapos» que tendrá que tragar por sentarse en el Consejo de Ministros.

Algunas fuentes del CNI expresan su convicción de que la información más sensible llegará a esa Comisión Delegada lo bastante «tamizada» como para que no complique la operativa pura y dura en particular en la colaboración internacional. Porque, como me confiesa una de esas fuentes, «basta ver los supuestos expertos que han desfilado en los dos últimos años por su Fort Apache», el programa de televisión patrocinado por Irán que dirigió Iglesias hasta hace unos meses, «para darse cuenta de que abrir a Podemos las puertas del CNI es como poner al zorro a cuidar el gallinero».