Opinión
La peste
Uno de los libros mas vendidos en los últimos días es «La Peste» de Albert Camus, y no cabe duda del paralelismo con la situación actual, salvando la extrema gravedad de la peste en relación con el coronavirus. La enfermedad y la muerte son una parte muy importante de esta gran metáfora literaria que su autor nos traslada, a la vez que nos presenta su pensamiento filosófico existencialista. La peste como enfermedad se erige en la protagonista de la novela, pero lo que más destaca es como una situación como la generada por la terrible epidemia despierta en muchas personas sentimientos profundos de amor, de solidaridad e interés por los demás que se habían perdido por la mentalidad materialista de la población. Del dolor, la desolación y la destrucción surge un sentimiento de fraternidad en beneficio de las relaciones humanas. Este tipo de situaciones nos obligan a abandonar la indiferencia, la pasividad y falta de amor al prójimo, caminando hacia la solidaridad humana, produciéndonos una gran carga moral. La obra destaca como la enfermedad no afecta solamente al que se contagia con ella, sino a aquellos que permanecen sanos y toman dos actitudes diferentes, el más puro egoísmo, por un lado, y la generosidad sin límites. No es mi deseo hacer en este artículo consideración política alguna, ya llegará su momento, este es el momento de apelar a este profundo sentimiento de solidaridad y fraternidad humana algo previo en el ser humano a las ideologías, si bien las religiones monoteístas fueron las primeras en proponer normas morales que suponen un instrumento fortalecedor de tales sentimientos. Por ello no es necesario apelar a la superación de las diferencias ideológicas para buscar y conseguir este grado de solidaridad necesario en un momento como este, sobra tal apelación. El pueblo español, como todos los pueblos del mundo, casi siempre han dado lesiones a sus gobernantes, y bien haríamos todos en tomar nota de ello, especialmente algunos que solo ven en esta declaración del estado de alarma un recorte a sus competencias, ¡cuándo se darán cuenta de que las competencias se ejercen en beneficio de los ciudadanos y no en beneficio de sus ideologías nacionalistas! Como decía Shakespeare, «hemos venido a este mundo como hermanos; caminemos, pues, dándonos la mano y uno delante de otro».
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