Opinión

Pánico desatado

Los bancos centrales de todo el planeta están coordinando sus acciones para inyectar liquidez. La madrugada del pasado domingo, la Reserva Federal estadounidense anunció tres importantes medidas que, sin embargo y debido a su contundencia, no tranquilizaron sino que asustaron a los mercados («si por sorpresa la Reserva Federal toma decisiones tan drásticas, entonces es que la situación es todavía peor de lo que pensábamos»). En primer lugar, la Fed ha reducido los tipos de interés hasta el 0%: es decir, el banco central del país aspira a que los tipos de interés a corto plazo converjan a un valor cercano a cero. En segundo lugar, la Fed ha suprimido el coeficiente de caja de los bancos: es decir, ya no se requiere a las entidades financieras que mantengan un determinado porcentaje de liquidez según sus depósitos. Y, finalmente, la Reserva Federal también se ha comprometido a comprar al menos 700.000 millones de dólares en activos financieros para inyectar otras tantas reservas dentro del sistema financiero. Dejando de lado los efectos adversos que tanta liquidez pueda terminar generando sobre nuestra economía, el objetivo a corto plazo de todas estas medidas es, como decíamos, que el sistema bancario siga proporcionando financiación a familias y empresas en un momento en el que su flujo de ingresos va a colapsar debido al parón productivo que imponen las medidas de distanciamiento social necesarias para combatir el coronavirus. Sin embargo, la liquidez por sí sola no nos sacará de la crisis en la que estamos inmersos: la liquidez es imprescindible para que la situación no se agrave innecesariamente –es decir, para que empresas que vayan a paralizar temporalmente sus operaciones no quiebren y, por tanto, desaparezcan de manera definitiva–, pero no va a poner en marcha nuestras empresas. En este sentido, por ejemplo, la encuesta de situación económica del sector manufacturero estadounidense –publicada ayer– mostró que en marzo se había producido la mayor caída desde la quiebra de Lehman Brothers: esa suspensión económica no va a revertirse por mucha liquidez que se inyecte ahora, dado que se trata de una suspensión vinculada a las medidas de distanciamiento social necesarias para contener la epidemia. Por eso los mercados continúan en pánico: porque, por muchos parches que pongan sobre la mesa nuestros gobernantes y nuestros banqueros centrales, al final la única forma de superar la crisis es derrotando a la pandemia. Y las medidas desesperadas que están siendo adoptadas por políticos y banqueros centrales transmiten a los inversores la información de que, desde la perspectiva de nuestros gobernantes, todavía estamos muy lejos de derrotarla, es decir, que la crisis va a durar mucho más de lo que inicialmente se esperaba. Por eso, lo que en otro momento habría disparado las cotizaciones bursátiles –reducciones históricas en los tipos de interés y una nueva ronda de flexibilizaciones cuantitativas–, en éste ni ha pasado, no ya sin pena ni gloria, sino hundiendo los índices.