Opinión
Trump se equivoca con su helicóptero
En noviembre, los estadounidenses deberán escoger entre Donald Trump y, muy previsiblemente, Joe Biden. Hasta la fecha, el republicano tenía la reelección prácticamente en su bolsillo: la economía estadounidense se hallaba en muy buena forma a pesar de su absurda guerra comercial contra China hasta el punto de que el mercado de valores había alcanzado su máximo histórico. En apenas unos días, sin embargo, el panorama ha cambiado rápidamente: la bolsa estadounidense llegó a perder el miércoles todo lo que se había revalorizado bajo la presidencia de Trump y sus propios asesores le confirman que el país ya ha entrado en recesión. Lo que se antojaba, pues, una victoria muy sencilla ha comenzado a complicarse de manera inquietante. ¿Cómo acudir ante las urnas de noviembre con una economía colapsada después de haber estado toda la legislatura proclamando a los cuatro vientos que jamás EE UU había exhibido mayor fortaleza que en la actualidad? De ahí que Trump haya entrado en modo desesperado buscando una receta mágica que le permita relanzar la economía y, sobre todo, las cotizaciones de ese termómetro que es el mercado bursátil. Después de haber estado presionando insistentemente a la Reserva Federal para que bajara los tipos de interés hasta el 0%, el republicado ha optado ahora por jugar su as de política fiscal expansiva: enviar a cada ciudadano estadounidense un cheque de al menos 1.000 dólares. Una medida que recuerda a la de un helicóptero repartiendo dinero entre los ciudadanos y que tendrá un coste agregado de un billón de dólares: mayor incluso que el plan de estímulo de Obama durante el crítico año 2009. La medida, sin embargo, es equivocada por dos motivos importantes. El primero es su alto coste: en lugar de concentrar los estímulos en aquellos sectores más duramente afectados por el parón de la actividad (entre otros, bares y restaurantes), el republicano ha preferido repartir miles de dólares de manera indiscriminada entre la ciudadanía. Pero añadir todavía más deuda al stock de pasivos estatales no es en absoluto recomendable: que hoy por hoy la deuda pública estadounidense sea un refugio global no significa que siempre vaya a serlo bajo cualquier circunstancia. De hecho, durante la última semana hemos asistido a una salida de capitales de la deuda pública estadounidense que paradójicamente se ha refugiado en activos chinos: ningún país puede deteriorar permanentemente su solvencia y EE UU tampoco. El segundo error reside en que estimular de ese modo la demanda no sirve de nada ante una crisis de oferta como la que estamos viviendo: si la gente tiene más dinero en sus bolsillos pero no puede gastarlo porque todos los negocios están cerrados, ¿de qué servirá? De muy poco, salvo para generar tensiones inflacionistas. Cuidar la liquidez de los agentes económicos, sí; reflotar generalizadamente el gasto, en un momento de restricción de la producción, no. Aunque las elecciones estén a la vuelta de la esquina.
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