Opinión

Liderazgo y transparencia

Una crisis sanitaria y vital, con medidas que nunca se habían tenido que tomar, pone a todos en su sitio. La solidaridad y el egoísmo se dibujan, como los extremos contrapuestos que son, con rasgos nítidos en el comportamiento social. Del mismo modo, en el comportamiento político, se adivinan otros extremos, que, paradójicamente, nada tienen que ver con los conceptos ideológicos tradicionales de la derecha o la izquierda. Extremos que, más allá de esas concepciones clásicas, se asientan en la forma moral de entender la política que pueda tener cada responsable o representante público. Porque, en una situación tan dramática, los ciudadanos perciben con nitidez quién ejerce liderazgo, o quién, simple y llanamente, hace propaganda y juega al postureo vacío del buenismo excluyente; quién gestiona recursos y pone en marcha medidas imaginativas con resolución y eficacia, o quién se dedica a dar largas a toda y cada una de sus iniciativas, porque vive instalado en el anuncio y en la promesa de los próximos días o cuando escampe; quién, finalmente, responde de sus acciones con transparencia, frente a quién se oculta en la falsa higiene de la distancia para seleccionar la comodidad del relato que convenga frente a la necesidad de la verdad. Hoy, más que nunca, la capacidad de liderazgo, gestión y transparencia, desde la responsabilidad y la auto exigencia, son los valores que distinguen a la buena política, la política de siempre, de esas nuevas formas de hacer política, basadas en la comunicación cosmética del vacío, apariencias agradables que ocultan inexperiencia y falta de principios, y unas formas amables que a veces tapan ideas terribles vencidas por la historia. Este drama por un lado, la responsabilidad y sentido de Estado de unos, frente al oportunismo y ejercicio partidario del poder de otros. Al margen de otras responsabilidades políticas o judiciales, que ya se dirimirán en su momento en el ámbito de los correspondientes poderes del Estado, esta gran dicotomía conductual y moral será la base del juicio que, cuando todo esto pase, tendrá que hacer la ciudadanía. Y, después de lo que estamos viviendo, lo hará sin ligereza y pensando detenidamente que, con lo mucho que nos jugamos de cara el futuro, no es lo mismo una cosa que otra. La transparencia y la responsabilidad son las mejores herramientas.