Opinión

Rafa Berrio

La semana pasada murió Rafa Berrio, uno de los cantautores más importantes en los últimos años de este país. Por supuesto, hablo de importancia cualitativa no de cuantitativa. En número de personas, no creo que lo conociera gran cantidad de gente y su importancia podría ser negada por algunos cabos furrieles. Pero, amigo, en sutileza de melodías, nivel literario de letras, trascendencia de motivos temáticos y delicadeza de arreglos, Berrio fue lo más importante que ha sucedido en este país en muchos años. Debería usted descubrirlo ya, lector.

Nuestra sociedad cultural ha llegado a un punto de puerilidad en que se consideran novedosas cosas elementales, básicas y repetidas. Ese desplazamiento ha supuesto que pasen a ser «de culto» otros productos que unas décadas antes hubieran sido considerados poco más que apelaciones genéricas bienintencionadas. Es tan yermo el panorama que ese «mainstream» de buenismo e intenciones artísticas (al menos, verdaderas) resulta, por comparación, beneficiado. Pero eso supone que, cuando aparece una estrella creativa del brillo de Rafa, no sabemos donde ponerlo porque el nicho «de culto» ya está ocupado por un tío con boina suscrito a veinte oenegés de clase media alta. El gran Bolaño inventó para esa situación un nuevo paradigma que es el del «Poeta Secreto». El chileno no encontró categoría y se creó un nuevo nicho a su medida. Se ha ido pues Rafa Berrio: también poeta secreto. No murió de coronavirus sino de un cáncer contra el que había estado luchando todo el último año. En previsión, tuvo tiempo para dejar unas especificaciones muy detalladas de su entierro que no se van a poder cumplir debido al confinamiento. Podríamos entonar el lamento de, qué mala suerte, morir en este momento. Pero prefiero usar otro punto de vista más parecido al humor socarrón de Rafa y su hermano Iñaki. Es el de que Rafa murió venciendo la partida. En el momento que Rafa abandonaba esta vida, se habían cancelado Operación Triunfo y Eurovisión. Se fue de un mundo en que esas cosas, aunque fuera momentáneamente, por fin no existían. Su música, como un virus, ganaba en ese momento la batalla. No por gritar más, se canta mejor. Una victoria en el recuerdo.