Opinión
El desliz freudiano del general Santiago
Yo imagino que el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil estará preocupado por haber insinuado que en la Benemérita ahora se deben a proteger el régimen gubernamental más que a los españoles.
Supongo que la propia y muy honorable Institución que representa se habrá llevado las manos a la cabeza cuando José Manuel Santiago confesó en rueda de prensa ante todos nosotros que uno de sus cometidos actuales es “minimizar el clima contrario a la gestión del gobierno”. Una misión, en opinión de todos los expertos en materia jurídica, ilegal, y por ende, imposible de encontrar en nuestra constitución.
Reconozcamos que es un hecho de máxima importancia nacional que un general de prestigio con una carrera intachable como él, comunique que entre las instrucciones a las que se somete el cuerpo está, lo llamen como lo llamen, coartar la libertad de expresión, un bien de primer orden democrático garantizado en el ordenamiento jurídico.
¿En serio? ¿La guardia civil cometiendo delitos en vez de perseguirlos?
Paralelamente el Ministerio de justicia está trabajando en una reforma procesal para “adaptarse” mejor al mundo digital; se dice que pronto los “bulos” (no he utilizado tantas comillas desde que aprobé literatura española en tercero de BUP) van a ser penados con cárcel. Pero lo que realmente atufa es la suave y taimada advertencia de que en Redes Sociales no se podrá difundir una versión distinta al relato del gobierno y que induce primero al temor y después a la autocensura generalizada.
«Que existan medios privados ataca la libertad de expresión, hay que decirlo abiertamente» Palabras de nuestro vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, al que hemos de agradecer su sinceridad cuando se ha manifestado en contra de la existencia de los medios de comunicación privados, defendiendo que sólo hay una verdad, la del gobierno, cosa de la que nunca se ha retractado ni ha alegado que fue un “lapsus”.
Es indiscutible que el “Estado de Alarma” (que se nos ha impuesto para minimizar los contagios y no las voces disonantes), está favoreciendo comportamientos alarmantes en términos democráticos. Sin embargo, a propósito del inoportuno y famoso “lapsus”, Fernando Grande-Marlaska pretende, sin éxito, hacernos “luz de gas” a los cuarenta y ocho millones de españoles, “minimizando” con increíble audacia las palabras de la Guardia Civil. Según el ministro del Interior, en realidad nadie dijo nada, así que en realidad no vimos ni oímos nada.
Lo acontecido me traslada inmediatamente a la película de George Cukor, “Gaslight”, donde Ingrid Bergman, sufre una particular forma de manipulación por parte de su marido que consiste en presentar información falsa o negar los hechos evidentes para desorientar y hacer dudar a la víctima de su memoria y percepción.
Dice el Ministro del Interior que lo que se está diciendo-que-dijo el general Jose Manuel Santiago, a pesar de estar grabado, es un “bulo”, es decir, una patraña, un timo o una mentira.
Aceptemos que el asunto podría llegar a marear e incluso a convencer a unos cuantos aborregados y dóciles seguidores sin capacidad crítica, los mismos que comulgan con las preguntas “conductistas” del CIS, pero no a nosotros.
Lo ocurrido me lleva también (llevo más de veinte años trabajando en comunicación) a Göbbels, que, como saben, era más o menos el Dircom del nazismo y decía, sin faltar a la verdad, que una mentira repetida diez veces se convierte en realidad.
Así las cosas, lo único que hace falta para conducir con éxito esta operación es una jeta descomunal, algo que a la izquierda le sobra (a diferencia de la derecha inhibida) y que le ha llevado a identificarse milagrosamente con conceptos absolutos tan versátiles e inconexos como la “cultura”, la “bondad”, la “ecología” y el “feminismo”.
Pero sigamos, lo sucedido sobre todo me precipita a Freud y a las llamadas en psiquiatría parapraxias o actos fallidos; en el lenguaje coloquial los llamamos deslices, lapsus, e ingenuamente los eximimos de trascendencia (el propio Marlaska ha dicho que no nos preocupemos, que lo pasó el otro día con la Guardia Civil sólo fue un “lapsus”).
¿De manera que sólo fue un “lapsus”?
Verán, en opinión de Freud, así como de otros profesionales y psicoanalistas posteriores esos “lapsus” que, de hecho, nos pasan a todos, no son insignificantes, en absoluto. Todo lo contrario, estos deslices son fallos en el discurso, en la lectura o en la escritura que revelan una interferencia de la parte inconsciente de la mente en el comportamiento manifiesto y nos proporcionan información muy valiosa sobre la persona que los comete.
Un ejemplo grosero de acto fallido común podría ser decir por error una palabra de contenido sexual ante una persona que nos atrae.
De hecho, la práctica psicoanalítica en general, se basa en la creencia de que hay que inferir conflictos y aspectos reprimidos a partir de estos “descuidos” porque, al parecer, mientras más nos esforzamos en suprimir estos pensamientos, más frecuentes se vuelven para manifestarse finalmente a través de errores lingüísticos.
¿Además de la sanitaria, nos encontramos ante una crisis económica o una crisis democrática? Lo que la historia ha demostrado es que para que un gobierno autoritario alcance sus objetivos políticos y se perpetúe con todas las fuerzas mediaticas y cuerpos de seguridad a su merced ha de aplicar medidas solo concebibles en una crisis terrible.
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