Economía

Vuelve a acechar el fantasma de la prima de riesgo

Gastar sin rendir cuentas a nadie y que paguen nuestros socios europeos. Ese es el plan del gobierno de España para salir de la peor crisis económica de la historia de España desde la guerra civil.

Llevamos más de un mes confinados, España acumula casi 22.000 fallecidos por coronavirus y es el segundo país del mundo, solamente precedido por Bélgica, en términos de fallecidos por cada millón de habitantes. Cifras sin duda escalofriantes, que dan buena fe de la virulencia con la que ha golpeado esta pandemia en nuestro país. Cifras también que están sirviendo para que los mismos que se han comportado durante 2019 de una forma absolutamente irresponsable intenten diluir su escaso margen de maniobra en el penúltimo ejercicio de marketing política de nuestro gobierno de la nación: la solidaridad europea.

Como si la solidaridad fuera una relación unidireccional en la que uno pone la mano y la contraparte un cheque en blanco. Como si el primer paso para construir una Eurozona solidaria y comprometida no fuera formar parte de la solución y no del problema, especialmente si eres un país sistémico como es el caso de España.

El primer ejercicio de solidaridad pasa por tener tu propia casa aseada y preparada para cuando llegue el invierno. Y hay que ser claros, España no lo ha hecho. En 2019 la economía española creció un 2%, y sin embargo el déficit público se incrementó por primera vez desde la salida de la crisis. Merece la pena hacer un pequeño recordatorio de la evolución del desajuste en nuestras cuentas públicas para ser conscientes de la irresponsabilidad de Pedro Sánchez en su primer año completo al frente del ejecutivo:

Mariano Rajoy, presidente que no incumplió ni un solo año con sus objetivos presupuestarios, tenía un déficit comprometido del 1,3% para 2019; Sánchez consiguió el dudoso honor de elevarlo hasta el 2%, el gobierno de España publicó un dato correspondiente al 2,6% del PIB y ha tenido que ser Eurostat quien lo corrija finalmente hasta el 2,8%.

Esto tiene un nombre: descrédito internacional e irresponsabilidad económica.

La economía española ya mostraba signos evidentes de desaceleración antes de la crisis del coronavirus. Ahora somos uno de los países del mundo más golpeados por la pandemia, según múltiples organismos multilaterales y casas de analistas, y no sólo tenemos reformas estructurales por ejecutar, sino también un margen fiscal muy escaso para afrontar esta situación.

Cuando España entró en la crisis de 2008 tenía un superávit presupuestario del 1,9% y una deuda pública del 36% del PIB. Ahora, afrontamos la peor situación de las últimas décadas con un déficit del 2,6% y una deuda cercana al 100% del PIB, y creciendo.

El gobierno de España está jugando la baza europea como si fuera la única, a pesar de que Europa lleva años siendo muleta y viento de cola de la economía española. No sólo nos salvó del rescate financiero en 2012. También, gracias a las políticas expansivas del BCE, nuestra factura en intereses de la deuda ha descendido en más de 7.000 millones de euros.

España se financiaba a 10 años en octubre de 2019 al 0,198%, según los datos del Tesoro; en febrero de este año, al 0,299%, y ahora a más del 1%. La factura del Covid19 va a ser elevada y estamos emitiendo deuda en máximos históricos. La demanda de productos financieros seguros continúa siendo elevada y de eso se beneficia el Tesoro en su proceso de rearme para las necesidades financieras que vamos a afrontar en los próximos meses.

Esto significa una vuelta a mayores costes de financiación de nuestra deuda y, en definitiva, una presión sobre el presupuesto público mayor en el futuro.

Este incremento del coste de la financiación, sin embargo, no ha sido igual en todos los países. Es más, bonos refugio como los de Alemania han encarecido (esto es, han disminuido su rentabilidad) por una sobredemanda incluso mayor que los nuestros.

Como consecuencia, un término que nos prometimos como sociedad desterrarlo de nuestro vocabulario vuelve a estar presente en los medios de comunicación: la prima de riesgo. Este diferencial entre los intereses de la deuda a 10 años de España y de Alemania es un sobrecoste que pagamos entre todos y, en definitiva, refleja un mayor riesgo país por unas peores perspectivas de evolución económica y capacidad de repago de nuestros compromisos de deuda.

Una prima de riesgo que se mantenía estable en torno a los 70-80 puntos básicos hasta hace unas semanas, y que se ha duplicado al calor de una situación que empeora a un ritmo vertiginoso. Es cierto que aún se mantiene en ritmos lejanos a los máximos de 2012 (612 puntos básicos), pero no es menos cierto que este incremento súbito, en un momento en el que el Banco Central Europeo está inyectando recursos en la Eurozona a un ritmo tan elevado como en los peores momentos de la crisis de 2011/2012, significa que España corre un riesgo importante de sufrir un riesgo país descontrolado en un período de tiempo muy corto. El primer impacto lo sufriremos no en forma de mayores intereses de la deuda, sino de una importante restricción al crédito. Lo que refleja el incremento de la prima de riesgo, en definitiva, es una menor capacidad de repago de nuestra deuda pública.

Europa vive un flashback que veremos dónde acaba. No somos los únicos que estamos en una situación de tensión creciente. Los sospechosos habituales están asomando la cabeza (Grecia, Italia, Portugal y España) y, desafortunadamente hemos preferido estar en este grupo que en el de, por ejemplo, Irlanda. Ya lo dijo nuestro presidente cuando Guaidó visitó nuestro país: España se aleja de la Unión Europea para acercarse a países latinoamericanos en los que la política de la “justicia social” todos sabemos cómo han acabado.

Comenzamos con la falsa solidaridad a Europa, seguiremos con la prima de riesgo, y acabaremos poniendo en jaque el modelo de Unión Europea que nos ha dado los mayores años de paz y prosperidad.