Opinión
Cautos en el optimismo
Toda España se encuentra ya en Fase 1. Han sido necesarias varias semanas (de rifirrafes políticos y de incertidumbres sobre las probabilidades de reinfección) para que este hito se terminara produciendo: el Gobierno de España aseguraba que Madrid y Barcelona no estaban preparadas para dar el salto pese a que varios marcadores epidemiológicos eran mejores a los de otras regiones del país que ya habían pasado a la Fase 1 y, a su vez, los gobernantes de Madrid y Barcelona se empeñaban en nutrir de argumentos al Gobierno escatimando medios materiales para intentar controlar posibles rebrotes de la pandemia (por ejemplo, minimizando la contratación de rastreadores profesionales que permitan atajar con rapidez una reinfección del patógeno). Pero el caso es que, entre dimes y diretes, ya hemos llegado a esa marca y, a partir de aquí, se abre un período para la esperanza pero también para la prudencia. Por un lado, la esperanza es clara: si logramos mantener controlada la propagación del virus, contamos con la posibilidad de comenzar a revertir parte del desastre económico que hemos experimentado durante los últimos meses. Sin ir más lejos, de acuerdo con el último informe del BBVA Research, pasar a la Fase 1 reduce el colapso del gasto en consumo a la mitad. Más en concreto: las zonas que la semana pasada permanecían en Fase 0 (como Madrid) había visto descender su gasto en consumo entre un 40% y un 50% con respecto al año anterior; por el contrario, aquellas otras provincias que ya habían dado el salto a la Fase 1 vieron como ese porcentaje remontaba hasta apenas representar una caída de entre el 20% y el 25%. En suma, es verdad que pasar a la Fase 1 puede suponer un alivio muy importante para maltratadas economías como la madrileña. Ahora bien, y por otro lado, también debemos ser cautos en el optimismo: por un lado, que parte del tejido empresarial regional haya permanecido cerrado durante dos semanas más que en el resto del país habrá supuesto una mayor descapitalización que podría llevar a algunos de esos negocios a no ser capaces de reabrir aun cuando estén legalmente autorizados a ello; por otro, la sostenibilidad de toda esta progresiva recuperación se fundamenta en que no haya nuevas olas de contagios que o bien obliguen a decretar una nueva cuarentena generalizada o bien, en su ausencia, lleven a los ciudadanos a confinarse voluntariamente por miedo a ser infectados. En definitiva, aunque el panorama económico parece que poco a poco se va despejando, todavía existen muchos riesgos en el horizonte que no deberíamos desdeñar. Y, a su vez, una vez hayamos arrinconado y derrotado totalmente a la pandemia, todavía nos restará la asignatura más complicada de todas: reconstruir todo aquello que ha sido destruido durante estos meses.
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