Opinión
El obituario del BOE
No es necesario despedir a los muertos en el BOE con tanta prosa costurera. Parecía el boletín uno de esas necrológicas de encargo que se guardan en los cajones de los periódicos. Algunos sobreviven al escribidor. Kirk Douglas, por ejemplo, se llevó por delante a un puñado de periodistas. Y Joan Collins está en ello mientras se arregla las uñas. El obituario es un género en el que el perfil del finado casi nunca sale del ataúd, que se va con los pies por delante aunque se haya comportado como un cabrón. La muerte es tan literaria que ni en el Ministerio han podido contenerse. Mucha cursilería para lo que hasta ahora era mera estadística resuelta con los dedos. Cuando los funcionarios intentan una poesía les sale una cucaracha de Kafka. Como si después de tanta frialdad hubiera que añadir almíbar para tapar el mal sabor y el peor aliento. Con todo, el tono es de culpa de un aprendiz de juntaletras, pero en el fondo ni se ha tenido el valor para llamar a los muertos por su nombre, y se dice: «En recuerdo de todas las víctimas provocadas por la violencia, el terror, las catástrofes, la enfermedad». No sabemos a esta hora a qué terror o a qué catástrofe se refiere el BOE. Puede que a Simón a la hora de la merienda mojando los números en el café. Era sencillo decretar un duelo sobrio sin que en la lápida se mezclen los finados, claro que de esta manera los que se fueron lo hicieron porque así lo quiso el destino.
La responsabilidad política se diluye en la rima. El BOE desescala a la vez que nos lanzamos a la mesa de un bar. Igual pensaron hacerlo el 15 de agosto. En los entierros, sobre todo en los antiguos, se come y se bebe hasta que el muerto se pone alegre, así las plañideras lloran con mayor credibilidad. La corbata negra del presidente del Gobierno era en realidad el símbolo de un luto sin drama, el justo para una comedia de situación que suele resolver muy bien los momentos tensos. Un día el Congreso será «La casa de las flores». Digan lo que digan, se oirá una risita de fondo que nos recordará que pase lo que pase estamos a salvo porque todo es ficción. Los muertos se merecían más aunque ahora, además, hay que rezar por los vivos. El BOE también redacta nuestro obituario. Cuando nos demos cuenta, el hedor será insoportable.
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