Opinión

Macrotirón de orejas empresarial

Los empresarios no tienen por qué dictar buenas políticas económicas. Su conocimiento es muchísimo más práctico y aplicado que el de los economistas u otros científicos sociales, pero no deja de ser un conocimiento parcial, intuitivo y no estructurado sobre el sector dentro del que desarrollan su actividad. De hecho, en demasiadas ocasiones, cuando los empresarios alzan la voz no es para defender nada parecido al interés general (una economía eficiente y competitiva que maximice el bienestar de los consumidores) sino sus intereses particulares. Los empresarios gustan de cabildear al legislador para arrimar el ascua regulatoria a la sardina de su cuenta de resultados. Por eso, en demasiadas ocasiones, reclaman subsidios que sólo los benefician a ellos o reglamentaciones que perjudican a sus competidores. Y también por eso, uno ha de poner siempre en solfa sus potencialmente sesgadas declaraciones. Sin embargo, del mismo modo que resultaría torpe comprar cualquier prescripción de los empresarios por el mero hecho de proceder de los empresarios, también sería injusto rechazarla por el mero hecho de haber sido formulada por ellos. Y en este sentido, los comentarios formulados por los principales directivos españoles durante la macrocumbre empresarial a propósito de la política económica que pretende desarrollar el Gobierno sí deben ser tenidos muy en cuenta. No por el hecho de que provengan de algunos empresarios, sino porque constituyen un clamor unánime del conjunto de empresarios con independencia del sector en el que estén operando y que además coincide con la opinión de muchos economistas. ¿Qué dijeron en esta macrocumbre? Pues, en esencia, que la política económica desarrollada por el Gobierno hasta el momento resulta muy inadecuada, tanto en lo referente a las subidas de impuestos sobre la actividad empresarial cuánto en lo relativo a la pretendida derogación de la reforma laboral. En ambos casos, estamos ante políticas opuestas a las que necesitamos para una salida rápida de esta crisis. Los impuestos bajos permiten generar internamente y atraer externamente el volumen de inversión que necesitamos para relanzar y reconvertir la economía en el corto plazo. La reforma laboral contribuye a que los trabajadores puedan recolocarse con menores fricciones y sobrecostes o en otros sectores, todo lo cual facilita la reestructuración de nuestro aparato productivo. Por desgracia, todo parece indicar que habrá nuevas subidas de impuestos y veremos si también una derogación completa de la reforma laboral. No es de extrañar que, con estos mimbre, los empresarios terminen horrorizados. El Gobierno está haciendo exactamente lo contrario de lo que debería y eso es algo que por necesidad ha de inquietar a aquellos que se dedican a generar riqueza, esto es, a los empresarios.