Opinión

Desajustes

Confieso que últimamente debo estar algo desajustado –más o menos como el gobierno británico– porque, por una vez, estoy de acuerdo con Don Simón en eso de que sea de agradecer «que los belgas decidan no recomendar venir a España» porque así hay «menos riesgo de importación de casos». Menudo revuelo el que ha armado con belgas e ingleses, aunque no haya insultado ni a unos ni a otros. Claro que, para desajuste, el de su ministro, Don Illa. El otro día salió del Consejo diciendo que «las medidas que se están tomando son suficientes para contener la epidemia», cosa que a la vista está: los contagios no paran de aumentar desde el pasado día 16 y la curva que los describe ha experimentado un empuje hacia arriba, por el momento imparable. Pero Illa es inasequible al desaliento y, para él, la culpa es de los demás; o sea, de nosotros, los ciudadanos, porque no cumplimos. Parece que le ha escuchado a Torra –otro desajustado– con sus amenazas de encerrar a todos los catalanes. A estos dos –y a muchos más en todos los gobiernos regionales– no se les ha ocurrido pensar que su idea de que, con el calorcito veraniego, el Covid-19 se iba a echar la siesta y nos iba a dejar disfrutar del estío y aun del comienzo del otoño, tenía mucho de fe y muy poco de evidencia. Pero para combatir las epidemias la fe no sirve de nada y, por eso mismo, no les pedimos a los párrocos y obispos que organicen rogativas, ni nos ponemos a matar judíos, agotes, xuetes, vaqueiros de alzada, maragatos, mercheros o gitanos, acusándoles de todos los males como en tiempos pretéritos ya olvidados. Lo que sí sirve es el conocimiento científico y el saber acumulado en la gestión de la salud pública. Y ambos estaban señalando que, pasado el primer embate, había que reforzar los servicios de atención primaria en la sanidad, extender la capacidad de rastreo de los contagiados y adoptar tecnologías basadas en la información y las comunicaciones para dibujar con precisión y rapidez las redes que enlazan a los infectados con los que han tenido contacto con ellos. Muy poco de esto se ha hecho, por mucho que Don Illa diga lo contrario, tal vez porque entre nuestros políticos se ha extendido la idea de que ellos son también trabajadores con derecho al descanso estival, porque les ha empezado a fallar el presupuesto o porque es más fácil mentir, como con lo de los expertos en desescaladas. Así que, en España, los que andan desajustados son los poderes públicos, con Don Sánchez a la cabeza.