Opinión
Que no pare la música
Esto de que la peña no sepa divertirse más que con la parranda nocturna hará mogollón de gracia a cierta parte de la platea, pero no deja de tener un fondo de tristeza.
Este verano lo que tenemos es un Falcon Crest de DJ y porteros de discoteca, que, por supuesto, son muy distintos a aquel portero de noche que la Liliana Cavani dibujó en uno de sus filmes para escándalo de los biempensantes. Liberados de la canción del verano y con permiso de Enrique Ponce, que lo suyo da para que el papel cuché arda en rumores hasta septiembre y que las redes apuren ingenio por varias calendas, lo que tenemos por esta Iberia de la Covid-19 son unos notas que se saltan las prevenciones sanitarias al ritmo de la noche, como rezaba una canción de paupérrimo ropaje melódico y letra ausente de ingenio.
El colectivo de lo nocturno, todos ellos recogidos de seriedad, como los moños de las cantaoras, asegura que se les está sometiendo a un juicio de intransigencia, como a aquellas brujas de Salem que una vez nos relató Arthur Miller, ya conocen quién, uno de los marido de Marilyn Monroe. Estos empresarios, porque ahora a esto del ocio dedicado al trasnoche hay que arroparlo con un vocablo-chaqué para disimular con una pátina de profesionalidad lo que solo es despachar copas, se ve que son una gente algo refractaria a la realidad y sus dictados o, quizá, es que esto de la madrugada ha derivado en una especie de Triángulo de las Bermudas donde las noticias de-saparecen igual que las cartas en las mangas de los magos.
Mientras estas oficialidades del gremio capean el vendaval con unas argumentaciones frágiles de cimientos, por ahí anda suelta una hinchada de la farra y la «party» que, aparte, de contradecirlos, la van montando gorda. En un local de Bilbao se ha liado una serenata fina y en la Galicia de Feijóo, porque existe otra Galicia que es anterior a él, tienen un culebrón de primera con un fulano que ha extendido el coronavirus por unos garitos atormentados de musicote. No contento con propagarlo en el horario de la juerga, el menda se dedicaba por la mañana a horadar la salud del prójimo en uno gimnasio, uno de esos lugares donde los «mazaos» de las puertas pasan las resacas vacilándole al espejo. Lo de este prenda es de cine y hoy la peña de A Coruña se apunta al noticiero de las tres para enterarse de cuál es su siguiente descarrilamiento sin escapar nunca al asombro. A esta partitura también se ha apuntado un prenda de Torremolinos que consideraba que escupir alcohol de una botella era pinchar música, lo que da un retrato bastante ajustado de cómo es el tronco.
Todo este monacato del despelote y la borrachera, de la cancha alcoholera y la juerga, nos brinda la radiografía amarillista y algo «Interviú» de lo que hoy es la marcha. Esto de la noche comenzó con la Movida y cuatro exaltados haciendo nudismo en una fuente. Lo malo es que no hemos digerido que la libertad consiste en algo más que desvariar hasta las tantas en unos antros con más mugre que el fogón de un chiringuito. Esto de que la peña no sepa divertirse más que con la parranda nocturna hará mogollón de gracia a cierta parte de la platea, pero no deja de tener un fondo de tristeza.
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