Opinión

¿Y la canción del verano?

Es como una herida de guerra: te la sabes, entonces tú también sobreviviste al verano de 1989.

Sé que es agosto, que hace calor y que esta noche hay fútbol. Pero necesito que alguien me contesté a una pregunta que me persigue: ¿Por qué mi «yo» recuerda y se pone a cantar de vez en cuando estribillos absurdos de canciones malas? Nuestras cabezas son una especie de Google 1.0 que no se sabe muy bien por qué archiva algunas cosas y deja pasar otras. A ver, yo entiendo que la alta poesía de la canción: «Este amor es azul como el mar... azul» se me quede en la cabeza hasta que me muera. Es demasiado brillante como para olvidarla y hasta puedo imaginar el proceso de elaboración.

–Necesito algo que rime con amor azul.

– ¿Amor azul, eso qué es?

– ¿No existe el verde que te quiero verde? Pues amor azul.

– No sé, García Lorca: tul, baúl...

–No, no valen.

–Según Google: huemul, jaúl, matul, panul...

–No conozco ninguna. Espera, lo tengo. ¿Azul rima con azul, verdad?

Yo me sé los nombres y apellidos (y en muchos casos hasta el segundo apellido) de los 40 compañeros de colegio, pese a que a la inmensa mayoría no los veo desde hace 25 años. Puedo también recitar, por culpa del profesor de Literatura, partes de «La vida es sueño» de Calderón de la Barca: «Un volcán, un Etna hecho quisiera arrancar del pecho...».

Pero los principales residuos de todas las cabezas son las canciones. De repente te salta un estribillo cuando estás haciendo la comida y ya te pasas la tarde entera con la dichosa canción. Te dura más incluso que el saborcillo de ajo con el que hiciste, y te pasaste un pelín, ese gazpacho.

Mi hermana era muy fan de Alejandro Sanz, sus canciones se repetían constantemente en mi casa y ahora, cuando parece que estoy concentrado en algo y meditando sobre el enigma de la vida y la muerte, la realidad es que mi mente se ha puesto a cantar «viviendo deprisa, no voy más, no me esperes, yo me quedo aquí». Ocupa espacio y después, en cambio, se te olvidan las fechas de los cumpleaños.

Los residuos de los residuos son ya las canciones de verano. Seguro que mercadeopop, el mejor periodista musical de este país, tiene una explicación para esto, pero a mi me parece imposible descubrir por qué «vaya, vaya, aquí no hay playa» se convierte casi en un himno generacional. Es como una herida de guerra: te la sabes, entonces tú también sobreviviste al verano de 1989.

Te pueden vender que el periodismo es ir a la guerra o derribar a Nixon, cuando el periodismo del día a día es encontrar un breve bueno el 7 de agosto, convertir en un texto de 700 palabras algo que puedes contar en 300 o hacer todos los veranos el reportaje de la canción del verano. Seguro que ya hay alguna redactora o redactor buscando la de este año.

Aunque ya me creo todo de 2020, hasta que acabe sin canción. Poetas os necesitamos para una rima inmortal, algo más épico aún que azul con azul, algo como: «No hay marcha en Nueva York y los jamones son de York».

Y ahora, lector, todo el día con eso.