Opinión
O «prima donna» o portavoz
En esta vida y menos en el ámbito de los partidos –salvo que se acabe inventando la política cuántica– difícilmente se puede estar al mismo tiempo a «setas» y a «Rolex», máxime cuando el cargo orgánico que se ostenta dentro de una organización a la que se supone estrategia definida y vocación de poder es el de portavoz parlamentario y con más razón aún si me apuran cuando esa formación política lidera la oposición. Cayetana Álvarez de Toledo, brillante cabeza política, académica y periodística se ha mostrado durante el año que ha ostentado este cargo, como el paradigma de esa imposibilidad de casar los delirios de protagonismo no exentos de un poco disimulado desprecio intelectual hacia casi todo lo que se movía a su alrededor, con el manejo del timón más importante en un partido exceptuado el del líder nacional y que no es otro más que el de la voz cantante convertida dentro del Congreso de los Diputados en referencia clara y meridiana de la estrategia nacional de la formación ante todos sus parlamentarios.
Cayetana, –lamentablemente para un PP que no anda sobrado de testas brillantes por encima de su media histórica– ha sublimado su particular sentir político rayando en la prepotencia frente a la obligación de constituirse en hilo conductor entre la carrera de san Jerónimo y Genova-13. Craso error teniendo en cuenta dos cosas, la primera que si algo no perdona el electorado es la sensación de jaula de grillos dentro de una opción política y la segunda que, en contra de lo que se suele transmitir, los partidos «tradicionales» suelen ser bastante condescendientes con los versos sueltos, siempre y cuando su mensaje encaminado a enriquecer la imagen de pluralidad ideológica no se convierta en un continuo cuestionamiento de quien ha sido puesto por la militancia al frente de la nave.
He tenido oportunidad de conocer a numerosos portavoces parlamentarios del PP y del PSOE durante bastantes años –con algunos incluso cuajando una buena relación personal– todos ellos con características muy distintas y personalidad muy marcada. En el caso de los populares algunos como Luis De Grandes gestionando comodísimas mayorías absolutas, otros como Sáenz de Santamaría, Rato, Alonso o Hernando al frente de un grupo popular fuerte y numeroso y hasta irreductibles en situaciones casi trágicas como fue el caso del Eduardo Zaplana, que hubo de comerse el «marrón» de una legislatura 2004-08 marcada por mochilas y furgonetas «kangus» certificada la abrupta e inesperada salida del poder tras el trágico 11-M. En todos ellos hubo un denominador común que no es otro más que la lealtad a quien te puso en el cargo y la coherencia frente a la estrategia –acertada o no– del partido a nivel nacional. La nueva portavoz Cuca Gamarra estará tomando muy buena nota. De momento espera el rubicón en septiembre de una moción de censura impulsada por «la otra derecha». Queda todo y más por hacer.
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