Opinión

Marlaska versus ETA

Para el ministro Grande-Marlaska la política penitenciaria con respecto a los terroristas de ETA se parece cada vez más a un saldo de mercadillo. Los lectores recordarán que fue un ministro socialista de Justicia, Enrique Múgica, quien a finales de la década de 1980, con la inestimable ayuda de Antonio Asunción –que más adelante ocuparía la cartera de Interior– impulsó la dispersión de presos etarras para evitar que las cárceles se convirtieran en escuelas de terrorismo. Este pilar fundamental de la política antiterrorista cambió con Pérez Rubalcaba en el despacho de Castellana 5, cuando, con la «vía Nanclares», se trató de sustentar sobre la dispersión el premio a los arrepentidos. Lo cierto es que esa vía dio poco de sí, pues no pasaron de veinticinco los miembros de ETA que se apuntaron a ella. Pero este fiasco no fue óbice para que, ya gobernando el PP, Fernández Díaz persistiera en darle vuelo sin ningún resultado. En otra parte he explicado que los etarras jugaron en este asunto al «juego del gallina» con el ministerio del Interior y salieron ganando. El relativo fracaso de Rubalcaba y el completo revés de Fernández Díaz no hicieron sino reforzar el poder de ETA dentro de las cárceles. Lo que ahora nos encontramos con Marlaska es con el liquidacionismo más insensato.

Marlaska no ha definido en ningún momento una política con respecto a ETA. Tal vez cree que, retirada ésta del mercado de la violencia, ya no hay nada que interese al Estado para sus restos. Puede ser; pero ello contrasta con el aliciente que los dos centenares de etarras presos tienen para la «izquierda abertzale». En su salida de la cárcel se juega la hegemonía de Sortu en el MLNV frente a los que tratan de reverdecer el terrorismo. Marlaska lo sabe y aprovecha su posición para hacer méritos ante una izquierda –socialista o podemita, tanto da– que le desprecia. Si para eso tiene que doblar el espinazo ante los de ETA, no parece que le cueste mucho la reverencia. La mitad de esos presos lo han constatado. Ahora le quedan los asesinos.