Opinión

Ese dichoso 50%

Parece que el 7 de Febrero se perfila como la fecha en la que los catalanes volverán a acudir a las urnas en comicios autonómicos por segunda vez desde que se aplicara el «155» y en un contexto en el que nuevamente las consecuencias de violentar la ley por parte del independentismo en el poder –en este caso la inhabilitación del ya ex president Torra– van a marcar el proceso electoral. Y existe en este sentido un guarismo, un porcentaje al que se está sublimando tal vez de manera exagerada por no pocos analistas a la hora de contemplar esa llamada a los catalanes a votar. Se trata del famoso «sorpasso» que podría suponer el hecho de que el voto independentista por primera vez pudiera superar la barrera del 50 por ciento, una no descartable coyuntura a la que pretende arrogarse, de forma interesada en unos casos y por pura falta de conocimiento en otros, nada menos que un marchamo plebiscitario según el cual Cataluña sería independentista. Tal vez por ello convenga recordar en primer lugar que unas elecciones para elegir parlamento autonómico NO son un referéndum, ni sobre la independencia ni sobre el derecho a la autodeterminación, por mucho que algunos se empeñen, según les convenga con escrutinios en mano, en querer mostrar al mundo algo más allá de la elección de una cámara legislativa que designará gobierno para cuatro años y punto. En segundo lugar también conviene recordar que este tipo de comicios, además de registrar un especialmente alto porcentaje de abstencionismo, en nada se corresponden –por aquello de la tendencia hacia «cruce de voto»– con otras convocatorias con las urnas como son las elecciones municipales o sobre todo unas elecciones generales en las que el voto constitucionalista aparejado a una más alta participación suele registrar mayores respaldos.

Los ciudadanos saben distinguir –y Cataluña no ha sido una excepción– entre un voto más o menos gratuito según de qué tipo de comicios se trate y precisamente por ello, resulta especialmente torticera la máxima de que una «mayoría absoluta» de electores soberanistas en una convocatoria autonómica equivalga a un significativo vuelco que Europa y el mundo tendrían muy en cuenta. Ergo, que no nos confundan, en Cataluña se votará para formar un gobierno ojalá más gestor y menos activista, pero eso nunca será un plebiscito. Sobre la soberanía territorial por si alguien se olvida, deciden los 47 millones de españoles.