Terrorismo

Me acuerdo de ETA

Me acuerdo de quien rápidamente añadía (de quien añade ahora) el adversativo «pero» cuando decía que condenaba un atentado

Me acuerdo de la impotencia que sentía cuando en la televisión salía un rombo y tus padres tenían que decidir si la seguías viendo o te ibas a la cama. Ese momento en el que el futuro no está en tus manos. No había duda, sin embargo, cuando lo que mostraba eran dos rombos: seguro que había tetas (porque siempre eran las mujeres las que se desnudaban) y sí, te ibas a la cama, sin discusión.

Me acuerdo de dibujar conjuntos y subconjuntos y subconjuntos de los subconjuntos, del litio, sodio, potasio, rubidio, cesio y francio de la tabla periódica; y también de que hacíamos raíces cuadradas y de los versos de Jorge Manrique: «Nuestra vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir».

Me acuerdo de llegar un día a clase y la intranquilidad de todos porque había estallado una bomba no muy lejos; los nervios de algunos compañeros que tenían padres militares o policías o que vivían por esa zona. Ese miedo latente, frío, justo antes de la clase de sociales.

Me acuerdo de ver a Leticia Sabater cuando era Leticia Sabater y no la mujer que quería ser Leticia Sabater. «A mediodía, alegría», decía. Y el adolescente que yo era, el mismo que intentaba simular que lo pelos esos de la barbilla eran barba, atontao ante ese programa infantil.

Me acuerdo, antes, de dos goles de Míchel al Oporto en la Copa de Europa, que no recuerdo haber visto. Aquella temporada que acabó, tristemente, en un partido en Holanda contra el PSV, donde jugaba un central que se llamaba Ronald Koeman.

Me acuerdo de mi tío, que era militar y que no sé si salía de casa vestido de soldado o de si miraba debajo antes de coger el coche o de si cambiaba de ruta todos los días para que fuera más complicado seguirle. Acabó su carrera, no le pasó nada. Nunca le pregunté si alguna mañana de primavera había tenido miedo.

Me acuerdo de los estribillos ridículos de las canciones de Mecano, de que Alejandro Sanz fue antes Alejandro Magno y de que Fito Cabrales era parte de Platero y tú.

Me acuerdo de intentar entrar en los bares con 14 años y que las chicas entraran gratis. Que me pedían zapatos y que yo iba en zapatillas.

Me acuerdo de que, una de esas noches, una chica se me acercó en un bar, se puso hablar conmigo y luego me cogió la mano.

Me acuerdo de un amigo de un amigo que aseguraba, en un botellón donde sólo olía a pis, que él sí que había visto al perro, la mermelada y a Ricky Martin.

Me acuerdo de haber oído y haber contado el macabro chiste de Irene Villa.

Me acuerdo de quien rápidamente añadía (de quien añade ahora) el adversativo «pero» cuando decía que condenaba un atentado.

Me acuerdo, claro que me acuerdo, de ETA.