Opinión
Otra vez las oposiciones
Buena polémica ha levantado el proyecto gubernamental de control total del Consejo General del Poder Judicial, y no es para menos. Pero hay otro aspecto aun más inquietante: la selección de jueces. En esto llueve sobre mojado porque, recuérdese, la política socialista iniciada en 1982 no sólo cambió el modelo constitucional de Consejo, también avanzó en seleccionar a los jueces según sus intereses políticos. Creó así la figura de los «magistrados autonómicos» nombrando jueces a licenciados propuestos por los parlamentos autonómicos; resucitó el fracasado sistema de turnos gracias a los cuales se puede ser juez sin superar oposición alguna. Y de siempre ha cuestionado las oposiciones.
Ese cuestionamiento suele apelar a un argumento cansino y tópico, el memorismo, pero también a otro necio: que las oposiciones las hacen los hijos de las familias adineradas; o como decía aquel Programa 2000 socialista: las oposiciones son «un coto absolutamente vedado a capas representativas de la sociedad». Coartada necia pero resultona, eficaz y que responde a esa inyección de mediocridad y resentimiento que se va inyectando en la sociedad como sucedáneo de igualdad.
Nunca ha sido accidental que cuando en otros ámbitos no se discute la bondad de las oposiciones, sólo se cuestionen para los jueces; es más, si son tan malvadas e impiden el acceso a los «pobres» –según el imaginario progresista–, supongo que también esos menesterosos querrán ser, sin esfuerzo, notarios, registradores, abogados del Estado, inspectores de Hacienda, letrados de Cortes o del Consejo de Estado, etc., ¿Por qué será que para los cuerpos funcionariales más insertos en la estructura jerárquica del poder político –o que menos interés político concitan–, todo es prestigio y selección rigurosa?
Las oposiciones obstaculizan el afán totalitario de control de la Justicia. Sirven para algo tan peligroso como seleccionar demostrando conocimientos jurídicos de forma objetiva, transparente e igual y no apelando a la ideología del candidato. Recuerdo un debate con un representante de lo que para algunos sería «la izquierda judicial», digo algunos porque para ellos el resto somos «la derecha judicial» (Felipe González dixit, 1996). Defendía la supresión de las oposiciones. Le dije que para ser juez me preguntaron qué era la nacionalidad, la desheredación, el hurto, etc. es decir, los temas de uno de los ejercicios. Y concluí «suprimidas las oposiciones, ¿qué me preguntarías?» Eludía responder. Insistí y al final dijo «te preguntaría si eres racista». Pues muy bien.
Ahora las oposiciones son quizás más odiadas cuando la excelencia y el esfuerzo repugnan: a la reforma educativa que se elabora me remito, como me remito al desprecio que puede causarle tamaño esfuerzo a gobernantes que son doctores gracias a tesis de corta-pega, o que colocan a sus cónyuges para codirigir cátedras sin licenciatura conocida o que eran «profesores» en facultades que, más que centros del saber, despedían aroma de zulo o quizás otros más amargos. Ideología al margen, ¿cómo pueden entender esos el esfuerzo de quien prepara durante años unas oposiciones y aprobadas va a la Escuela Judicial otros dos años más?
Hablamos del control del Consejo y de la supresión de las oposiciones, pero se dará un paso más al juntar esos dos cables pelados con el advenimiento de un modelo territorial federalizado. Entonces se irá a que cada autonomía intervenga en la confección de lo que, de hecho, será su propia Justicia. Creados Consejos Generales en cada territorio –o Estado federado– seleccionaría a sus jueces. Entonces olvídense del saber jurídico y piensen que para ser juez contará el perfil lingüístico o mejor dicho, y para resumir, lo determinante será la proximidad del candidato con el neocacique regional.
Estos planes han provocado un movimiento en pro de la independencia judicial, el Manifiesto Ciudadano por la Independencia Judicial, que va sumando miles de firmas. Lo han promovido las asociaciones mayoritarias de jueces y fiscales y –tomen nota– no las «progresistas», léase el brazo judicial de la mayoría gobernante, condición que no ocultan: aun resuenan sus aplausos al formarse el actual gobierno de coalición. Son tiempos duros y es un manifiesto que se une a otros (libertad de enseñanza, respeto a la vida, sanidad eficaz).Este está en internet, pueden descargarlo y firmarlo. Se lo sugiero: nos jugamos mucho, todos.
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