Opinión

La «Lolailo» de Celaá (III)

Elaborada en las tinieblas del confinamiento y sin diálogo con la oposición

La última genialidad de Carlos Herrera ha sido bautizar la infame Ley Celaá como la «LOLAILO». Lo cierto es que, dado el último acrónimo –de momento–, tras la LGE, LOECE, LODE, LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE y LOMCE, mejor tomarse a guasa el nombrecito, aunque sus efectos sean demoledores para la educación y para toda una generación de alumnos. No puede hacerse más daño al futuro de una sociedad y un país, que someterles –en un mundo cada vez más competitivo–a un sistema educativo que en lugar de perseguir la excelencia, prime la mediocridad y aliente la cultura del mínimo esfuerzo.

Eso es a lo que lleva ese «aprobado general» coherente con la idea de igualdad social de la izquierda socialcomunista, que es igualar a todos por abajo. Con razón se dice que éstos quieren tanto a los pobres, que con sus políticas consiguen que se multipliquen siempre.

En su obsesión por una escuela «única, laica y pública», se saltan impunemente los derechos y libertades que la Constitución reconoce a los padres y a la iniciativa social para promover centros educativos con un ideario acorde a sus deseos para educar a sus hijos; y se permiten calificar a la educación diferenciada como «segregadora», retirándole los conciertos pese a los pronunciamientos favorables hacia ella a nivel internacional y del TC y el TS.

Todo esto y más, elaborada en las tinieblas de la alarma y el confinamiento, y sin diálogo alguno con la oposición parlamentaria ni la comunidad educativa. Muy «progresista» todo. Seguirá…