Opinión

Casado es Pantoja

La estrategia es dinamita para la inteligencia, dormida en estos días y tintineante como las hojas de los árboles que se estrellan contra los escupitajos del suelo. Estamos tontos. Con el peligro que eso tiene. La coalición radical que nos gobierna ha de blanquearse a sí misma poniendo ante la oposición un espejo deformante que la haga parecer un monstruo, un anticristo bizarro que deambula por el pueblo al estilo de de Álex de la Iglesia. Es la única manera de que el común digiera todos los pasos hacia el abismo. Para aparentar ser fiables y centrados hay que colocar a la derecha frente al precipicio del fascismo; en esa jugada se perdonan a sí mismos y siegan la disidencia con la excusa de emparentar todo lo que hay a la diestra de dios Padre con militares gagá pseudogolpistas y con una monarquía asociada a tarjetas «black».
Lo que tiene que calar es que serán malos, pactarán con Bildu, desearán un indulto a os verdaderos golpistas, pero lo que puede venir es menos tranquilizador y mucho más aberrante. Al cabo, el Gobierno nos traerá por Reyes una vacuna que se pondrá Sánchez como Fraga cuando visitó Palomares mientras «Sálvame» asocia a todo aquel que osa criticarle con negacionistas lunáticos que ponen la cara Dreyer de los que llevaron a la hoguera a Juana de Arco. Repetir todo el rato el mismo discurso a una población acojonada y pusilánime convierte a Casado en un intransigente inquisidor al que se le va poniendo cara de personaje de El Greco, de la misma manera que Isabel Pantoja es la villana de España por muy temprano que se levante. El Rey viejo también es un pantojo del que se opina como de Rafael Amargo y los chaperos de veinte euros. Y así, en esa cloaca, todo el que no se sienta en el consejo de ministros expulsa un hedor más salvaje, como el contrapunto de los limones del Caribe que fue la Transición, de cuando España empezó a usar desodorante. Cuanto peor estemos, y más difícil sea explicarlo, más altos, serán los decibelios. No quieren contar lo que hacen bien sino lo que lo que en una distopía los contrarios harán mal. Y por mucho que muevan ficha siempre estarán al albur de un gambito de dama.