Opinión
Anna y los lobos
La periodista Anna Grau lleva años apostada en la trinchera de la libertad. Donde más duele, donde te juegas el alquiler, la pluma y el prestigio. El precio de denunciar los desmanes de la xenofobia al mando en Cataluña ha sido una campaña de acoso/derribo para volarle la chola o, cuando menos, cerrarle la boca. Como sucedió antes con otros escritores honestos, el método mafioso pasa por engrasar y enfilar las calumnias como estación previa a la muerte civil. Grau lo ha denunciado en un documento, «Del Oasis al Gulag», que será de lectura obligatoria cuando dentro de cincuenta años alguien escriba la historia del periodismo español y sus insuficiencias. Detalla el matonismo sufrido y pide amparo a la APM y la FAPE para «hacer llegar mi denuncia a las autoridades y a los órganos reguladores pertinentes, en mi defensa y en defensa de todos los profesionales de la comunicación de este país, a los que animo a unirnos y trabajar juntos en defensa de la libertad de prensa, de la libertad de todos». El acoso contra la periodista, y el comemierdismo de tantos compañeros que, por decirlo como Umbral, «callan como putas», se entiende todavía mejor colocado junto al linchamiento que ha sufrido estos días el periodista Bruno Bimbi, paseado en redes sociales, y abandonado por unos editores mi-se-ra-bles, por denunciar el rodillo lingüístico en las universidades de Cataluña. Y eso que Bimbi también repite las tonterías habituales respecto a delincuentes como Junqueras. La más destacada, que fueron a la cárcel por sus ideas. Y claro, no. Si eso fuera así los acompañaría todo Bildu, todo ERC, todas las huestes de Puigdemont, etc. E incluso, con un poco de afán, millones de votantes.
Pero no están a la sombra ni ellos ni tampoco los columnistas de tropecientos diarios ni los tertulianos de varias radios y televisiones… porque en España nadie delinque por sus ideas. Al final, al pobre Bimbi, todas estas concesiones al «bullshit» del separatismo le han servido de poco. Puestos a morir de asco elijo hacerlo con una micra del emancipador coraje que derrocha Anna Grau. Qué orgullo compartir oficio con alguien tan íntegro, tan brillante y decente.
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