Opinión

El "cuñado" republicano

En los últimos ocho años hemos sido testigos los españoles de dos discursos navideños del jefe del estado que en ambos casos ni dejaron a nadie indiferente ni se presumían a priori como un almibarado «en estas fechas tan señaladas interrumpo la paz de vuestros hogares…». Uno fue el de 2012 precisamente en boca de Juan Carlos I con el caso «Noos» y la imputación de un miembro de la familia real, su yerno Iñaki Urdangarín sobrevolando sobre la corona ya saben, aquella intervención en la que el Rey afirmó que «la ley es igual para todos». El otro mensaje, llamémosle poco fácil, fue el pronunciado en la Nochebuena de 2017 ya por su hijo Felipe VI, solo tres meses después del órdago a la grande que supuso el intento de golpe independentista en Cataluña y todavía con el alto listón puesto por sí mismo con su memorable discurso a la nación meses antes poniendo pie en pared ante la asonada separatista.
La expectativa creada en torno al discurso de esta noche lo sitúa incluso por encima de los anteriores, a pesar de que, a diferencia de los otros casos, ni estamos hablando de imputación alguna a un miembro de la familia real, ni tampoco de una amenaza a los cimientos del estado y la unidad territorial como ocurría con los anteriores. Sencillamente se trata –como algunos esperan–de poder agarrar el rábano por las hojas a propósito de lo que diga o calle el monarca sobre la situación de su padre el rey emérito, fuera de España por voluntad propia y también por voluntad propia inmerso en un proceso de regularización fiscal, no acusado de nada por instancia judicial alguna, pero, eso sí, incapaz de defenderse de los ataques que recibe desde instancias, nombres y apellidos especialmente significados en su cruzada contra la corona, referencia del régimen de libertades que nos dimos hace décadas.
El discurso del Rey esta noche frustrará a buen seguro a quienes esperan ese desliz que de pie a la confesada añoranza del líder de Podemos, Pablo Iglesias, esa materialización en las reducidas cenas familiares del debate político, claro está en torno a una disyuntiva monarquía-república que ni esta en la calle ni se la espera. No es tanto este el debate –no hay legión de «cuñados» republicanos que animen la cena– como el del quiénes y por qué pretenden eliminar la clave de bóveda que sustenta nuestro estado de derecho.