Pedro Sánchez

Pedro el Católico

Como en la fábula del escorpión, Sánchez no puede reprimir su carácter, se sube encima de cualquier rana que le lleve a la otra orilla pero, a mitad de camino, siente el deseo incontenible de atacarla.

Ahora, ha sido el turno de Miguel Iceta que, lejos de convertirse en príncipe, se ha quedado atónito cuando su admirado líder le ha dado un codazo para colocar al actual ministro de Sanidad como candidato en las elecciones catalanas.

Iceta siempre se ha mantenido fiel a Sánchez, pero ese amor no ha sido correspondido nunca, recuerden que no es la primera vez que el líder socialista intenta desbancar al catalán, como sucedió en aquel conato de hacerle presidente del Senado.

Por otra parte, no está clara la bonanza de la operación que se pretende porque si ha habido gestión cuestionada y cuestionable es la de Salvador Illa en relación con la pandemia.

Sin duda es un giro en la estrategia de los socialistas catalanes, ya que la posición del ministro en relación a ERC está mucho más alejada de la que tiene Iceta. No está claro si es una operación de cambio de socios post-catalanas o sencillamente es un instrumento para quitar a Iceta.

Hay dos cosas que merecen ser destacadas. La primera, que el modus operandi es el de siempre: unas encuestas que se han realizado y que dan unos pésimos resultados.

No por viejo el truco resulta ineficaz, lo perverso es que se trata de una medicina que Sánchez nunca se ha aplicado a sí mismo, de lo contrario, nunca hubiese continuado al frente del PSOE después de sus sonoros fracasos en 2015 y 2016.

La segunda cuestión es que Sánchez no solo ha domesticado al PSOE, sino también al partido hermano, el PSC. La autonomía de los socialistas catalanes es cosa del pasado si el PSOE elige por ellos a sus candidatos.

Quién le iba a decir a aquél Sánchez del 2014, que abandonó a la primera su candidatura a la secretaria general, para rendir pleitesía en San Telmo, a cambio de ser el portavoz parlamentario, que terminaría conquistando todo el Partido Socialista. Deberían llamarle por ello Pedro el Católico.

Se sentirán felices los líderes del socialismo madrileño porque no son los únicos colonizados, claro que siempre han visto a Sánchez de manera muy diferente a como le ve Iceta. En Madrid tuvo que conquistar sable en mano, en Barcelona ha bastado un par de miradas para que el catalán cediese “voluntariamente” su sitio.

En realidad, ha sido determinante la oferta de un ministerio. No es nuevo, pero no por ello deja de ser criticable, que los presidentes de gobierno utilicen las remodelaciones de ministros para arreglar sus asuntos internos.

Illa estaba más que amortizado en el ejecutivo, pero Sánchez ha sabido sacarle el último provecho, amaestrar al PSC porque el resultado será igual de malo. No es ninguna mala noticia que las posiciones más soberanistas del socialismo caigan, sí lo es que Sánchez tenga tanto poder.