Opinión

Se veía venir...

El maldito covid que amenaza –vacunas aparte– con convertir este arranque de 2021 en una secuela de la película de terror vivida durante el pasado año continúa brindándonos todo un retablo de desnudeces de la clase política, atrapada entre las necesarias medidas para atajar el tsunami de la pandemia y el cortoplacismo táctico en el que se mueven las prioridades partidistas, rehenes de una inmisericorde demoscopia que les sitúa en el brete entre la defensa del interés general y el mantenimiento del «machito». Tal vez por ello estas navidades hemos asistido a uno de los más kafkianos ejercicios de indecisión y de inanición a la hora de actuar con un mínimo de determinación por parte de las distintas administraciones, atenazadas por el pánico a ponerle puertas a ese clamor popular decidido a no renunciar a tamañas festividades en lo familiar pero también en lo lúdico y por muy claro que se estuviera vislumbrando que precisamente eso era lo que daría alas a un nuevo ataque del virus que tiene ya al sector sanitario manifiestamente alarmado por la magnitud de la ola.

Llegados por lo tanto a este punto de unas consecuencias totalmente previstas hace semanas, la pregunta del millón es sencillamente porque las autoridades han optado por la vía de las cataplasmas a la hora de aplicar medidas restrictivas y por unas llamadas a la responsabilidad de la ciudadanía que, sin acciones disuasorias, sirven de bien poco, en lugar de haber afrontado previamente una campaña lo suficientemente didáctica para hacer ver a los españoles que la gravedad de la amenaza bien habría valido un solo año –uno solo– sin navidades, así de claro y así de meridiano. Escuchar a presidentes autonómicos o miembros del gobierno central llamar en un auténtico rictus de inacción y parálisis a la responsabilidad de la población, sin atreverse a proceder con medidas legales para evitar justo eso sobre lo que se estaba avisando, además de resultar patético ha vuelto a evidenciar esa tendencia de algunos dirigentes políticos por cargar sobre la ciudadanía una responsabilidad que solo les corresponde a ellos, porque para eso se les ha votado encomendándoles el deber de gobernar y tomar decisiones. Europa con Alemania –otra vez Alemania– a la cabeza ya han dado claro ejemplo de cómo proceder sin complejos ergo, o se toma nota o acabaremos hablando de algo peor que un posible aplazamiento en los comicios catalanes. Menos recomendar y más gobernar con todas las consecuencias.