Opinión

Stiglitz a Yellen

Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, ídolo de los autodenominados progresistas, y reconocido antiliberal, celebró en “El País” la designación de Janet Yellen como próxima secretaria del Tesoro, y le enumeró las tareas pendientes: más gasto público, más deuda pública y más intervencionismo a escala nacional e internacional. Estas recomendaciones brotan de un diagnóstico dudoso, y pueden empeorar las cosas.

Para el Nobel, en efecto, nuestros males provienen del “neoliberalismo”, que consiste en: “desregulación irrestricta…austeridad…y un Estado al que se privó de capacidad para responder en forma eficaz a una crisis”. Esa desregulación nunca existió, no hubo una apreciable austeridad en el ámbito público, y los Estados no se redujeron en ningún lugar del mundo, sino más bien al contrario.

Siendo, por tanto, lo del “fundamentalismo del mercado” un fundamental camelo, conviene desconfiar del recetario progresista de los Stiglitz de turno, que nos aseguran que con más Estado y menos mercado tendremos por fin un paraíso democrático y una “prosperidad compartida”.

No considera el distinguido economista que el gasto público tenga coste alguno: de hecho, en su extenso artículo marcándole la agenda a la futura ministra de Hacienda de Estados Unidos no menciona ni una sola vez la palabra “impuestos”. El incremento del gasto solo tendrá efectos saludables: impulsará el empleo y fortalecerá la economía.

Es cierto que los supuestamente benéficos déficits públicos, para rescatar “a los sectores y hogares más vulnerables”, llevarán a grandes incrementos en la deuda pública, pero no pasa nada, asegura Stiglitz, porque siempre será mejor aumentar la deuda que no hacerlo, y además por una doble bendición: primero, porque los tipos de interés “están y probablemente seguirán por muchos años cerca de cero”; pero además, alabado sea Dios, las deudas no se pagarán: “pronto muchos países no podrán cumplir los pagos de deudas y sería muy conveniente una reestructuración rápida y profunda”.

La expansión monetaria, que no tendrá tampoco coste alguno ni contradicción concebible, deberá hacerse a escala planetaria, incluidos los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional, lo que “sería muy útil para ayudar a numerosas economías en problemas”.

Y colorín colorado, ya conseguiremos un mundo justo, verde, igualitario y nada “neoliberal”.

Estos son días de esperanza, y por esperar que no quede: cabe esperar que Yellen y Biden no le hagan caso a Stiglitz.